«Un Franco, catorce pesetas» destilaba frescura y supo envolver la épica y la tragedia de una situación dramática con dosis de humor situacional que conseguía enternecer a la vez que no abrumaba. Una frescura que, desgraciadamente, Carlos Iglesias, el director, ha perdido en esta segunda parte.
«Ispansi» parte de un fundamento similar a su predecesora, el intentar contarnos la historia de los grandes olvidados de nuestra dictadura, aquellos que tuvieron que emigrar a buscarse la vida por culpa de las visicitudes de la vida, económicas entonces, y sociales ahora.
Pero es el desarrollo el que diferencia a ambas películas. «Ispansi» vuelve a caer en los mismos estereotipos que «Un Franco, catorce pesetas», pero no los supera a basa de vis tragicómica sino que los rellena de embeleso con una falsedad pretendidamente épica que empalaga.
Da la sensación de cierta presuntuosidad y se nota que a Carlos Iglesias el proyecto se le ha quedado grande, tanto ha querido contar que al final se ha quedado en la superficie de todo sin lograr penetrar en el alma de sus personajes y dejando a los espectadores a medias.
La voz en off no va en consonancia dramática con las imágenes, vendiéndonos niveles de dramatismo que las imágenes no saben mostrar, a la vez que destripa situaciones que era mejor sólo insinuar, con lo que se pierde la posible fuerza que la escena podía llegar a tener.
Es de alabar, sin embargo, el cariño que se nota en la puesta en escena, en ocasiones por encima del presupuesto de la cinta, que deja bien a las claras que Carlos Iglesias se ha dejado la piel en el intento, la pena es que el intento le ha salido fallido.
En definitiva, una película pretenciosa, que no enternece y a la que le falta frescura y dinamismo, cayendo en demasiadas ocasiones en el empalago innecesario.