Oriol Capel, director de «No lo llames amor… llámalo X», conoce la fórmula mágica del éxito comercial, porque ya lo ha demostrado en su faceta de guionista televisivo y cinematográfico, una fórmula que pasa por historias sencillas, con guiños nostálgicos a otras películas, algún chiste gracioso, otros no graciosos pero subidos de tono y, sobre todo, actores reconocidos y reconocibles por el gran público.
Y de todo ello tenemos de sobra en «No lo llames amor… llámalo X», una película que intenta seguir el éxito de «Que se mueran los feos», en una pequeña aventura del cine español en esto que llaman industria, y que se ha puesto tan de moda últimamente.
Sin embargo, la película comete un error de bulto y es el no quedarse en el espectro genérico para el que estaba pensada, e intentar entrar en una especie de crítica social que chirría por los cuatro costados y le añade frivolidad a la superficialidad más absoluta.
Si a esto le añadimos la complejidad de su estructura narrativa, nos quedamos con una película que resulta entretenida por momentos, pero que acaba por hacerse larga por falta de gracia y exceso de parafernalia narrativa.
A este tipo de productos no les va bien ni el metalingÁ¼ismo ni las narraciones modernistas, necesitan de un guión lineal que ayude a la puesta en blanco de la mente del espectador para que no piense, porque si lo hace puede acabar por darse cuenta de lo vacío de la historia que le están contando.
Se trata, por tanto, de una película fallida, con buenas intenciones y que parte de una idea que se antoja original, pero que acaba por perderse en los excesos narrativos, tal vez pecados de novato de Oriol Capel.
Los actores, eso sí, están todos fantásticos, ofreciendo su vis cómica y superando, en muchas ocasiones, a su propio texto. Actores que todos conocemos y reconocemos, y que son la esencia de la película.
En definitiva, «No lo llames amor… llámalo X» se queda a medio camino por intentar ir demasiado lejos, rellenando el vacío de su origen superfluo y acabando por naufragar en un mar narrativo del que no sabe salir. Graciosa a veces, pero no lo suficiente como para compensar el aburrimiento de la trama.
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