Demasiado a menudo en el cine de hoy nos encontramos con tramas y argumentos realmente interesantes, que luego se quedan en nada cuando el guionista y el director tratan de desarrollar y editar la historia para el disfrute del espectador.
Y algo así es lo que le sucede a «Stone», que parte de un esquema dramático interesante, pero que a medida que avanza el metraje se va perdiendo en la indefinición para la frustración del espectador que esperaba más de lo que finalmente recibe.
Lo mejor de la película es, sin duda, el duelo interpretativo de Robert de Niro, que escapa aquí de una carrera en declive, y Edward Norton, que muestra una película sí y otra también que es el mejor actor de su generación. Dos actores como la copa de un pino que tienen los mejores momentos de la película en un par de conversaciones psicológicas que harán las delicias de los amantes del buen cine.
Porque «Stone» no es, por mucho que engañe el trailer y la promoción, una película carcelaria, de hecho, yo creo que tampoco es un thriller psicológico, es más una redención moral y religiosa de la extrema derecha estadounidense.
El director, John Curran, al que puede que recuerdes de «Ya no somos dos», utiliza su película para arremeter contra las incoherencias y las hipocresías de los grupos religiosos más sectaristas de su país, y consigue remover, en cierto, modo las conciencias, en lo que puede ser el mayor acierto de la cinta.
Por lo demás, se queda demasiado en el esquema y no profundiza, como debería, en los personajes, que daban más de sí. Milla Jovovic, tan guapa como siempre, hace un buen papel, pero se queda en un estereotipo simple, y Frances Conroy destaca como secundario a la sombra de los dos monstruos protagonistas.
En definitiva, una buena película, pero sin alardes, una cinta que traspasa la frontera simplona del cine comercial estadounidense, pero que se queda un poco entre dos aguas. Una cinta que se puede ver pero que no deja una huella imborrable en la memoria.
Publicado en el blog de Letras (tu revista literaria)