Más allá del lenguaje cinematográfico clásico, allá donde se juntan los caminos del cine moderno y del cine de siempre, a dos pasos del postmodernismo y entrecruzando la ironÃa más absoluta, aquella sin lÃmite, encontramos a los hermanos Coen, dos hombres, hermanos a su vez, entre sÃ, se entiende, que han sabido labrarse una carrera cinematográfica consistente a base de un lenguaje propio e intransferible.
Cada nueva cinta, salvo malditas excepciones que no nombraremos, es un nuevo paso adelante, una mejora sobre lo que ya habÃa en un camino que iniciaron con «Sangre fácil», su obra más redonda, al menos hasta ahora, y que han ido perfilando rascando en todos los géneros.
«Valor de Ley» es una obra maestra en sà misma, porque parte de una gran pelÃcula y la mejora, le da el toque que necesitaba para pasar de buena a genial, para dejar de lado el pose ligeramente moralista y cargarlo de canallesca sórdida, esa que los Coen manejan tan bien.
Jeff Bridges, actor fetiche para los Coen que siempre le han sacado sus mejores interpretaciones, adelanta por la derecha la interpretación del hierático John Wayne y ofrece una gama de registros apabullante, donde el honor y la promesa que le hace a la niña le traen sin cuidado, siempre que pueda tener una botella de whisky cerca.
Hasta ahora habÃamos visto a los Coen ofreciéndonos pinceladas magistrales en buenas pelÃculas que se caÃan del olimpo por especÃficas irregularidades argumentales, pero «Valor de Ley» se sostiene durante todo el metraje a un nivel excelso, otorgando al espectador un placer cinematográfico inconmensurable.
En definitiva, una pelÃcula apabullante, de abrumadora calidad, que permanecerá en la historia como una de las grandes, aunque no apropiada para aquellas personas de sensibilidad humorÃstica baja, porque algunas bromas rayan la ofensa, si no se toman con la ironÃa por bandera.
Una obra maestra.