Suelo desconfiar de todas las películas que intentan traspasar las fronteras del cómic y llegar al celuloide, no por nada en especial, por puro hermetismo intelectual y pedantería existencialista. Y no porque crea que no merecen llegar a la gran pantalla, sino porque, en general, los directores de cine suelen perderse en una dicotomía brutal que les condena al fracaso, porque acaban por intentar ser fieles al cómic, craso error, porque cada arte tiene su lenguaje y no se pueden extrapolar.
Por ello me costó acercarme a esta saga de X-Men, y lo acabé haciendo no porque me sintiera atraído por sus historias, sino porque le habían dado el proyecto a un tipo con criterio, como era Bryan Singer, al que seguía desde la fantástica, y poco recordada, «Sospechosos habituales». Y la verdad es que no me arrepentí de ver las dos primeras entregas, sí la tercera, ya sin Singer al timón.
Y ahora nos llega la tercera, dirigida por Mattew Vaughn, al que todos envidiamos por estar casado con Claudia Schiffer, pero del que poco sabíamos como director, más como productor, la verdad.
Pero el producto le ha salido redondo, sí señor. La película es relativamente sencilla, de ahí su grandeza, y la presentación que realiza de los personajes con sus conflictos internos y las relaciones entre ellos es encomiable. Una labor de guión y de dirección que pocas películas presentan de manera tan cuidada.
Otro gran acierto de guión es situar la acción con el trasfondo de un hecho real, como fue la crisis de los misiles de Cuba, lo cuál dota de esencia a la trama, que corría el riesgo de manejarse en el vacío más absoluto. La mezcla entre realidad y ficción funciona, y consigue que el espectador siga la película con gran atención.
Por otro lado, aparecen nuevos personajes, de calado interesante, pero que no te desvelaré aquí, para mantenerte la sorpresa, y en general, todos los actores hacen su labor, bien ataviados, física e intelectualmente, para interpretar a personajes de los años 60.
En definitiva, «X-Men: Primera generación» es una película sorprendente por las hechuras de buen largometraje que presenta, construido con mimo y respeto a la inteligencia del espectador. Eso sí, no deja de ser la adaptación de un cómic, que nadie se lleve a engaño, pero, claro, hay adaptaciones y adaptaciones, que nadie se las dé de listo.
Una película más que recomendable.