El escritor murciano presentará su novela Daños personales el próximo 28 de enero.
Charlamos con Manuel Sánchez-Campillo días antes de la presentación de su tercera novela, Daños personales, el próximo 28 de enero. Será un encuentro digital donde los lectores podrán preguntarle lo que quieran sobre esta obra directa, llena de intriga, intimismo y sensualidad.
Hay heridas que nunca se cierran, aunque cicatricen… ¿O sí?
Yo, que cuento con más de una cicatriz, sé que al cerrarse crean adherencias por dentro, como si les fuera necesario algo de tu interior para cerrarse o para sujetarse. Se cierran las heridas, por supuesto, aunque sea con grapas, pero las cicatrices tienen la capacidad de concentrar en un pliegue de piel gran parte de tu pasado; es decir, en esas cicatrices es donde habita tu tiempo.
Eugenio, el protagonista de Daños personales es incisivo, directo, mordaz pero a la vez delicado. ¿Por qué has querido plasmar ese contraste?
No me gusta el psicologismo que coloca a los personajes una etiqueta y los hace fácilmente reconocibles al lector situándolos en su casilla correspondiente. El protagonista es un cínico, pero que, por dos veces, frente a una mujer desconocida, es capaz de sacar lo mejor de sí. A veces somos más crueles con los que tenemos más cerca que con cualquier desconocido.
Daños personales carece de pudor en muchos sentidos: en la piel de los personajes, en el desarrollo y acción de la trama… ¿Es como mejor se escribe? ¿Sin pudor?
Es el tipo de escritura que se corresponde con nuestra época. Aquí no vale lo políticamente correcto y sí lo que siempre ha sido la labor de la literatura: devolverle a las palabras del momento que te ha tocado vivir su significado primero, claro y preciso, limpiarlas de adherencias, manchas e intereses.
Por otro lado, conviene no engañarse a sí mismo al escribir, lo estarías haciendo también con el lector. El lector de hoy quiere saber de una manera directa lo que tienes que contarle, quiere que le enseñes lo que tú ves por la ventana del vecino o que interpretes los gestos de un sacerdote o de un banquero, incluso que digas cómo ves sus manos.
Por favor, no quisiera que se confundiera la falta de pudor con ser grosero.
Las mujeres de la novela van ganando fuerza a medida que avanza la acción, a través de cada una de ellas, vemos distintas facetas del protagonista: el niño, el marido, el amante y el infiel. ¿Por qué ese Eugenio poliédrico?
He tenido pocos amigos y muchas amigas. Me sentaba con compañeras en el instituto y en la universidad. He trabajado normalmente con mujeres. Tengo más conversación con ellas que con un tío. Eugenio es poliédrico porque los hombres nos hacemos unidimensionales frente a otros hombres, y solemos recurrir al disimulo; también nos sucede esto frente a las mujeres, pero con ellas se nos ve más el plumero. Con esto no busco su adulación, porque, paradójicamente, será la mujer de Eugenio, a la que ha menospreciado a lo largo de la novela, la que lo saque “ingenuamente” del atolladero en el que ha acabado, pero esa salida que le proporciona tampoco será moralmente muy “edificante”.
También vemos a Eugenio como padre y como hijo, ¿existen cicatrices de sangre?
Cualquiera que guste de El padrino, la película de Francis Ford Coppola, le quedará claro que de jóvenes nos sentimos desligados de todo, pero, pasado un tiempo, la sangre se convierte en un fluido que no sólo corre por las venas. También para Drácula es la sangre la fuente de donde todo mana.
Sigamos hablando del protagonista: Eugenio es un hombre duro, implacable desde temprana edad, solo siente debilidad por uno de los personajes femeninos de la novela, ¿qué tiene ella de especial?
Que no la conoce de nada y que, por tanto, puede mostrarse frente a ella sin ninguna de las máscaras que se ha ido colocando a lo largo de su vida. No necesita seguir siendo el -perdóneseme el calificativo- “hijo de puta” que es a diario. Sin embargo, en su segundo encuentro hay una ligera diferencia porque él ya sabe quién es ella.
Manuel Sánchez-Campillo: “Busco desestabilizar el mundo del lector”
Tu escritura es visual, sensitiva, ¿qué buscas despertar en el lector con ello?
Me gusta que la escenas se puedan ver, de ahí los detalles en los escenarios o el nombre de un producto con su marca. No es lo mismo que un personaje tome un gin-tonic que un gin-tonic de Bombay Sapphire, algo le estamos añadiendo a ese personaje o a ese momento, y no es poco. Además, desde hace muchos años escribo los diálogos con un tono teatral. Primero, porque sobran verbos como dijo o preguntó, esto ya se sabe por la misma disposición del diálogo; y, segundo, porque precisamente sirven para que el lector se haga una composición visual de la escena.
En cuanto a lo de sensitiva, algo tiene que ver con lo dicho antes, aunque añadiría que me gusta la apariencia de las cosas; es decir, hay mucha más profundidad de la que creemos en mirar las cosas tal como se nos muestran a los sentidos. De esto, quizás, habría mucho que hablar.
Respecto a la pregunta, busco desestabilizar el mundo del lector y, si es posible, que se detenga a mirar lo que está pasando frente a sus ojos.
¿Cuáles son tus influencias literarias?
Soy más lector que escritor, y muy del siglo XX y XXI. Mi deuda principal es con el canon occidental, con Kafka, Virginia Woolf, los escritores estadounidenses: el filo cortante de Hemingway, la gravedad de Philip Roth, la gracia de Truman Capote, la ligereza honda de Fitzgerald o la complejidad de Don DeLillo; también el sudafricano Coetzee o escritores más recientes que he leído con gusto como J. R. Moehringer. El francés Houllebecq sabe tocar los principales resortes de nuestro mundo; la autoficción de Emmanuel CarrÁ¨re y la suave melancolía de los personajes que caminan por París en las novelas de Patrick Modiano. Centroeuropeos como el raro Robert Walser o Joseph Roth.
No veo la literatura española actual en su mejor momento. De los clásicos vivos sigo a Félix de Azúa, Javier Cercas, Vila-Matas o Justo Navarro. Leí mucho a Jorge Semprún, en La escritura o la vida la propia elección de la estructura es una elección moral y me sigue gustando Pío Baroja o un autor no suficientemente valorado como Ramón Pérez de Ayala.
Hay escritores que no sé si me gustan pero me hacen pensar en su propuesta literaria, es el caso de Karl Ove Knausgard. Y si desde el Paraíso Beatriz recibió a Dante Alighieri con una sonrisa, será porque algo debe haber, algo bueno nos espera.
¿Y tus costumbres a la hora de escribir? ¿Recuerdas un suceso, una anécdota mientras escribías este libro?
Escribo a mano, cada escritor ha de acompasar su pensamiento a su modo de escritura, con pluma estilográfica, me gusta el olor de la tinta, en cuadernos de tamaño cuartilla, así parece que cunde algo más. Una vez escrita a mano la novela, la corrijo, y ya corregida, la vuelvo a copiar en el ordenador acompañado de un fondo musical sacado de Spotify, -hoy, por ejemplo, hay que hacerle honor a David Bowie-. Preciso lo de Spotify porque no creo que la creación haya de ser gratis en internet.
No recuerdo ninguna anécdota particular, tengo muy mala memoria; pero sí he de decir que en un principio escribí una novela sin planteamiento ni desenlace, directamente al nudo -a veces se siente uno vanguardista-. Alguien me aconsejó que le buscara un desenlace. Lo hice, y creo que estéticamente y literariamente quedó más redonda.
Y ya, para finalizar -aunque parezca paradójico-, nos gustaría empezar por el principio: ¿De dónde nace Daños personales?
Antes pensaba en un concepto: el ridículo, el miedo a la enfermedad… y, a partir de ahí, montaba una escenografía, unos personajes y unas situaciones que sirvieran para ejemplificarlo. De un tiempo a esta parte la cosa ha cambiado, me gusta mucho mirar a la gente, observarlos desde la distancia, si es posible, escucharlos -cotilla me llamarán algunos sin que les falte la razón- y sé que en algún momento, hasta que se me seque la imaginación, de alguno de ellos saltará la chispa para una historia.
Con todo, el comienzo de esta novela está en una imagen muy concreta, en una de las primeras fotografías de la historia, la que el francés Félix Nadar hizo en 1861 con el título La mano del banquero, donde aparece la palma de una mano cruzada por una cicatriz. Ahí tienen la historia: una mano, una cicatriz y un banquero, en mi novela convertido en un empleado de seguros.
Presentación de la novela el próximo 28 de enero
A través de DILMOT (Encuentros Digitales) el escritor murciano Manuel Sánchez-Campillo presentará su novela Daños personales. Todo aquel que quiera a y acudir y hacer preguntas a Manuel sobre la novela u otros aspectos de su faceta como escritor podrá hacerlo online a través de este link, o también escribiendo el hashtag #DañosPersonales en twitter y formulando la cuestión que quiera. Gracias de antemano por su participación.
Los que no puedan asistir a la presentación en tiempo y forma pueden ir enviando sus preguntas en el link que anteriormente les hemos facilitado, o a la siguiente dirección grietaeditorial@gmail.com. El día de la convocatoria Manuel las contestará gustosamente.