Soñé que me volvía loco, algo en mis sesos reventaba y se hacía añicos, era el último bloque de cemento que sostenía este edificio, la piedra angular del suplicio, a saber: la cordura, no fue tan desagradable la sensación ni funesta tampoco, simplemente era como haber muerto, o como haber vuelto a nacer, para ser más claro, era como “estar” todavía aquí sin necesidad de “ser” juguete a sueldo de un patrón avaro, declaro de una vez que chiflarme fue lo mejor que me pudo haber pasado, me liberé del fardo de la culpa que se acumula en la conciencia más ferozmente que el sarro entre los dientes, ni la más exacta ciencia era un misterio porque no las conocía, las mujeres eran todas mías mas no me interesaba ninguna, las heridas del amor sanaron aprisa, sin embargo, por alguna razón, seguía aullándole a la luna, rezándole al rosario, y rascándome el pito cuando me daba comezón, que, gracias a dios, todavía era seguido, ahora que ya no pensaba superé por fin mi narcisismo, aunque irónicamente fue mediante la locura que me conocí a mí mismo, me dedicaba a atender los asuntos que se presentaran en mis oficinas clausuradas de martes a domingo, y los lunes descansaba, vaya vida tan distinta a la anterior, no exagero ni miento. Cuando desperté supe con dolor que ese bloque de cordura seguía allí, no obstante, pude percibir un estremecimiento en su estructura.
Me vestí y salí a caminar, era lunes, día de asueto.