I
Emplazadas cual glándulas mamarias
de la tierra,
desde sus estancias
en vez de nutrir,
disecaban a los menesterosos
hijos de ésta en sus cuatro confines.
Hechas de artificio se alzaban imponentes,
sÃmbolos del arrogante y catrÃn
capitalismo triunfador de mil batallas,
enseñoreado airoso de pulsos ideológicos.
II
Con tu repentinamente forzada caducidad
queda expuesta la coraza de huevo
que protege a la libertad.
Derrumbadas por cobarde mandoble,
vÃctimas de quienes del fanatismo
no lograron emancipar.
No sospechasteis que tu mortal genuflexión,
abofetearÃa de muerte,
el orgullo del igual de pérfido [a tus verdugos],
sistema vulnerado,
que se revolverÃa,
como fiera herida;
despertando del jactancioso letargo
en que se sumió,
después de hacer creer que erais eviternas.
III
El polvo que de tus entrañas emanaba,
deletrearÃa en el aire
el estentóreo ¡banzaaaiii! que se esperaba,
para iniciar la contemporánea cruzada,
hosanna de Caronte,
quien guiña el ojo a sus futuros pasajeros
antes de continuar en antÃpodas,
la obra púrpura que significó
aquella luctuosa hecatombe.
Humillante ocaso,
contemplado por todos con estupor,
después;
unos con morbo y otros con horror.
IV
Volvió la azarosa umbrÃa
de la otrora contienda frÃa,
al percatarnos con nerviosa incertidumbre,
como mutábamos,
de pasivos espectadores,
a potenciales objetivos,
borregos indescartables
de porvenires sacrificios religiosos,
holocaustos necesarios
según la historia de la semejanza
e imagen divina,
que alecciona sobre:
El dogma se defiende con sangre,
las inmolaciones justificadas están.
En tanto con glosa se explica.
En conclusión vale menos la vida
que la tozudez humana.
Cuando al contrario, las ideologÃas religiosas
deberÃan inspirarnos amor y confraternidad
para la posteridad.
Liber Artel Lanox.
Del libro: De Úlceras y Bálsamos la vida.
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