La defensa optimista del progreso corresponde a cierto número de los llamados «Expertos», gobernantes, ciertos economistas, sociólogos, científicos y analistas políticos respetados por los medios de comunicación – voz de su amo- cuyas opiniones son valoradas en unos u otros anillos de los círculos concéntricos de los poderes dominantes.
Estos mimados por el Sistema, pese a admitir en parte los hechos que denuncian las víctimas ilustradas, los Indignados y los pesimistas, les restan importancia. Dicen creer en el Progreso y en el crecimiento a un plazo u otro, y aportan sus propios datos servidos por «sus» «expertos». Pontifican que las crisis de desempleo y económicas son cíclicas y no sistémicas, pasajeras y siempre salvables. Opinan que la energía nuclear facilitaría un mayor desarrollo industrial y mayor bienestar, la economía mundial no dejará de crecer nunca y la democracia como forma civilizada de gobierno no cesará de ampliar su implantación geográfica hasta llegar al gobierno único del mundo, meta del llamado Nuevo Orden Mundial.
Es cierto, claro, que algunos optimistas más lúcidos ven con preocupación el avance del cambio climático y sus desastrosas consecuencias en todos los terrenos, y son de la opinión que se pueden parchear muchos de sus efectos y hasta evitar el aumento de esos dos grados fatídicos en la temperatura del Globo, de lo que habría que defenderse lo mejor posible. Pero nunca estarían dispuestos a admitir responsabilidad alguna del Poder ante de las catástrofes de la naturaleza , alegando que contra ella poco se puede hacer, excepto paliar sus más graves consecuencias.
En sus reuniones, los gobiernos de los optimistas hablan del clima al mismo nivel que de nuevos mercados, de un mayor desarrollo tecnológico y de una economía y política mundial controlada . Para ellos todo es cuestión de números, inversiones y beneficios.
Los más sesudos optimistas en el mundo de la comunicación hasta exhiben estadísticas para demostrar que la civilización avanzaría bajo un sistema de gobierno mundial y se aproximaría a la erradicación definitiva de males tan arraigados como el analfabetismo o el machismo, y opinan que se avanzará en el control de enfermedades como el Sida, el cáncer y las que sigan apareciendo con el cambio del clima.Crece, dicen, el nivel cultural de los pueblos, y las sociedades tienden a parecerse lo suficiente como para ir eliminando viejos prejuicios y recelos entre las culturas.Hasta se habla del diálogo entre civilizaciones mientras la llamada «cristiana» arremete contra las demás.
Para los cantores del progreso nos hallamos en el camino correcto, y cuando tratan de resumir su optimismo en pocas palabras ante un medio de comunicación afirman sin pestañear que caminamos hacia un mundo que tiende a ser próspero en lo económico, más justo en lo social,con mayor número de democracias, progresivamente más culto,tecnológicamente más avanzado e instantáneo en el conocimiento de acontecimientos históricos. Y que todo eso es cuestión de dos cosas; de fe y de tiempo.Y cuando se emocionan con su propio relato sacan la carta escondida y llegan a decir que es inevitable caminar hacia una sociedad mundial regida a escala planetaria por un sólo gobierno elegido por sufragio universal directo y secreto formado por representantes de cada país: una especie de ONU reformada, con su ejército, su policía, sus jueces y tribunales internacionales, y etc.
Bajo el prisma de la mirada optimista, alcanzar un futuro exitoso depende de algunos puntos a los que se adhieren con fervor:
- Un solo poder
- Una sola moneda
- Una religión mantenida por el Poder
- Pensamiento único
- Control mental y de la conciencia de los ciudadanos.
- Estados policiales disfrazados de democracias.
- Neoesclavitud laboral
- Abismo social insalvable entre ricos y pobres
- Guerras incesantes por recursos y por el control de estados y poblaciones rebeldes a sus principios.
- Privatización de todos los bienes y servicios, desde el agua hasta la sanidad o la educación.
Como es natural, optimistas y defensores del neoliberalismo minimizan, justifican o se adhieren con entusiasmo a los contenidos de estos puntos. Hasta para las actuales guerras del Imperio y sus aliados encuentran una buena justificación, y fieles a sus promotores se ha ido felicitando a lo largo de la Historia por la caída, uno tras otro, de los regímenes comunistas y la reconversión en capitalistas de países emblemáticos como China y Rusia, viendo en ellos la mejor prueba de que sus análisis se hallan en el buen camino y sólo falta que algunos viejos dirigentes revolucionarios dejen este mundo para seguir extendiendo SU Progreso a otros pueblos.
¿Carece de fundamento tal optimismo?