Del porqué el entretenimiento no siempre debe ser sustituto de la cultura
En los países donde no se promueve el acceso a la cultura, por lo general la deshumanización y la violencia campan a sus anchas. Todo lo contrario de lo que sucede en las sociedades de países más cultos, donde existe mayor compromiso con los valores humanos y la democracia.
Lamentablemente, las dificultades que depara la vida, lleva a muchas personas a ir buscando su felicidad de forma burda y, a construir conscientemente un mundo de entretenimiento buscando evadirse de la realidad. En este mundo de la información en el que vivimos, el egoísmo personal puede llevarnos a la decadencia como sociedad.
Las sociedades que no favorecen el acceso a la cultura, caen en la ignorancia, que aniquila su propia capacidad de respuesta para ganar la batalla intelectual y crítica que permite conseguir prosperidad económica y social. La libertad de elegir de las personas sobre cómo quieren cultivarse, así como la transformación de la cultura en algo más mundano y que tiene que ver más con el entretenimiento o la diversión, ha cambiado definitivamente la forma como la sociedad plantea su propia existencia. El poder cribar cualquier actividad cultural, permite a corto plazo el goce y el placer, es cierto, pero pone en riesgo nuestra propia existencia como sociedad desarrollada.
El escritor hispano peruano, Mario Vargas Llosa, distingue entre «cultura» y «cultura espectáculo», afirmando que la cultura enriquece nuestra sensibilidad, de alguna manera estimula nuestro espíritu crítico e inconformista que toda persona debiera desarrollar, algo que no puede crear la cultura espectáculo, pues no es otra cosa que pura diversión.
¿Podemos advertir entonces, una clara línea divisoria entre lo que es cultura de lo que no lo es?
Las cosas no son tan claras cuando hablamos de cultura. El espectáculo no siempre implica solo diversión, puede tener alguna aportación cultural, aunque a priori suele utilizarse solo para entretener, y salvo contadas ocasiones, como diría Vargas Llosa: no busca la participación activa, creativa, o crítica de la persona, en relación con su entorno social. Es decir, no hay un aporte cultural y, por consiguiente, se genera el vacío intelectual del individuo.
Para Vargas Llosa además, hay una desmoralización de los intelectuales frente a los temas importantes, un desprecio a la actividad política, considerada como una actividad sucia, innoble, corrompida, y que hay que darle la espalda y no ensuciarse. Pero, una sociedad no puede funcionar sin la participación de gente más pensante, más sensible, más creativa. Al contrario, puede sufrir las consecuencias y estragos de su falta de participación.
Nunca se puede estar más de acuerdo con el escritor, y es que la cultura aporta a la intelectualidad más de lo que se puede percibir, pues arma al individuo de razones, de justificaciones, de todo aquello necesario para luchar por ideales que enriquezcan a la sociedad y mejoren nuestra democracia. Un pueblo culto es un pueblo que difícilmente se deja convencer por advenedizos y embaucadores, un pueblo culto es un pueblo que responde a todos los desafíos de la vida, es un pueblo capaz de encarar cualquier crisis y de pedir responsabilidades con la fuerza moral que le acompaña.