Ášltimamente me he olvidado de disfrutar el momento y eso me ha acarreado dificultades, contraigo problemas que no me conciernen, me enredo en contratiempos ajenos, saboreo disgustos de caldos que saben a materia desconocida. Es como si mi deber auotimpuesto fuera el de decirle a los demás cómo actuar, cómo pensar, cómo decir, a la espera de que alguien me devuelva el beneficio y apague mis llamas formadas de dudas, dilemas, intrigas.
A menudo me veo ardiendo ante mis propios ojos y sin saber cómo se extingue una flama invisible y volteo con desesperación a buscar 1000 maneras de avivar el fuego de alguien más con el objetivo de contagiarle mi malestar, mi embrujo, con la esperanza de que así disminuya en mí el síntoma, se mitigue la incomodidad que provoca pensar.
Me han dicho que la televisión, en dosis moderadas, adormece sin llegar a atontar, pero una vez que la enciendo no me le puedo despegar. Que internet es mejor porque está repleto de herramientas, noticias, redes sociales, información, y la lista seguiría por días y semanas incontables, como incontable es el tiempo que paso conectado, enajenado y enganchado a un mundo virtual que, por cierto, tal como el tangible, tampoco comprendo.
¿Nada es bueno, entonces? No me jodas, qué conclusión tan miope.
No, lo que sucede es, como decía, que me había olvidado de algo importante: de vivir el presente, que aunque en este instante pueda ser desfavorable, doloroso, incierto, ya habrá mejores momentos, la prueba son los recuerdos mismos a los que he tratado de aferrarme por no comprender que dejar ir el viejo dolor es vaciar una papelera de recliclaje que se desborda de archivos obsoletos con extensión .gif y necesita ese espacio para almacenar nuevos desperdicios, más pesados, más actuales, en un lugar más o menos seguro. No es masoquismo, es defensa, los errores se guardan a detalle para aprender a evitarlos en futuras ocasiones, pero si no se borran cuando caducan comprometen el sistema.
Equivocarse es parte de la interfaz, el resultado de interactuar a código abierto con la humanidad, por así decirlo.
Después de todo, la vida también es, entre otras cosas, sufrimiento, y vivir es, entre otras cosas, lo que uno más desea en la vida.