“El crítico no debe hacer de ‘malo’ todos los días”
Hoy los españoles no ven a América Latina como un área geográfica a tener en cuenta en sus relaciones internacionales. Dos de cada tres prefieren el contacto con países de Europa. A Lola Cordero Gómez, las encuestas le tienen sin cuidado. Aterrizó en Buenos Aires en tiempos inciertos, cuando Argentina atravesaba una crisis social y económica fortísima y el umbral del siglo XXI no bienvenía a los recién llegados.
Se casó casi al toque de conocer a Alexis Puig, periodista y comunicador. Su círculo personal lo componen él y sus tres hijas: Victoria, Lara y Eva. Laboralmente, dejó una exitosa compañía teatral en Barcelona en la que hacían los famosos “Monólogos de la vagina” y comenzó a hacer radio de 6 a 9 de la mañana en Buenos Aires, en la Pop 101.5, donde continúa trabajando desde 2005.
En televisión condujo su propio programa, juntando parejas disparejas en “Alguien a quien querer” en 2009, bajo el sello de Telefé, canal 11. Actualmente se reparte entre la radio y la TV. En el primer canal digital gratuito de Argentina 360TV, participa del noticiero vespertino y es panelista del programa “Mi noche favorita” con Juan Alberto Badía, legendario conductor argentino.
“Mi marido es quien entrevista a grandes celebridades; esta semana a Sandra Bullock y la siguiente a Tom Cruise, en Brasil”, comenta. “Yo me dedico a cosas más populares y trato de poner mucho humor a mi trabajo”. Tomá.
Su visión de la crítica en las artes tiene el sólido asiento de quien ejerce el periodismo en el día a día, y es testigo de los hechos artísticos que se multiplican incesantemente en una urbe que fagocita ocio y cultura.
Pregunta: En España se le llama «Ocio» al entretenimiento o espectáculo y se lo separa de aquello llamado Cultura. ¿Qué une a ambos -Ocio y Cultura- y que los separa?
Lola Cordero Gómez: Hay cierta mirada culposa de algunos medios hacia el denominado cotilleo, y para no mezclar la última película de Almodóvar con los escándalos de Belén Esteban, la colaboradora más mediática de España, deciden separarlo. No se desea la mezcla de la llamada prensa “amarillista” o la denominada “prensa rosa” que tiene que ver más con las relaciones personales de los artistas, con la información que tiene que ver exclusivamente con los shows teatrales, musicales, cine, estrenos, etcétera. Creo que con respeto y sentido del humor, se puede hablar de todo. De hecho, yo lo hago. Te puedo hablar de los nominados al Oscar, de la última rehabilitación de Lindsay Lohan o el estreno de Misión Imposible 4. Me gusta estar informada, ya sea en política internacional o economía porque todo me enriquece como periodista y me permite explicar, por ejemplo, por qué las giras de los músicos internacionales en Europa se adelantarán por el miedo a la escasez de venta de entradas debido a la crisis económica. En este mundo globalizado todo está relacionado. Como periodista, es mi responsabilidad transmitir lo mejor posible la información en forma rápida y concisa ya que la gente “consume” información y no se le puede saturar con demasiados datos.
P: Asumiendo que Ocio vendría a ser el lado mas liviano, y se inscribirían en él solamente las artes más populares, ¿cómo se concibe la cultura en un lugar como Buenos Aires, que tiene una tradición cultural con un peso especifico que la coloca a la cabeza en América del Sur?
LCG: Si hay un sitio en este mundo con mentalidad abierta, es Buenos Aires. Los argentinos consumen sin culpa todo producto, sea de ocio o cultura, por una sencilla razón: son prácticos. Saben que pueden ir al cine y disfrutar de una película de Ricardo Darín tanto como pueden ver un programa como Showmatch, plagado de escándalos, a la hora de la cena, o ir al teatro y ver a Norma Leandro haciendo la obra “Agosto”. Saben que hay una cosa para cada momento y no se escandalizan por mezclar. Además, la oferta en Buenos Aires es enorme. Es literalmente imposible ver todos los espectáculos.
P: Desde tu mirada, quiérase o no, de Primer Mundo –esto no quiere decir nada más que has visto y ejercido mucho el oficio artístico en España, ¿cómo se te presentó ese panorama caótico y nada culposo de coexistencia de artes de élite con las artes populares en esa especie de «meca» latinoamericana del arte que es Buenos Aires? ¿Cuál fue tu primerísima idea, impresión, evaluación?
LCG: Más que caos definámoslo como una coexistencia de diferentes mundos sociales y culturales. Lo más llamativo es el gran respeto que hay hacia los que tienen una formación académica, y el valor que se le da al estudio. El argentino tiene una gran avidez de conocimiento; eso se refleja en la gran cantidad de libros que se consumen, en la necesidad de estar al día de lo que sucede en el mundo artístico, ya sea televisivo, teatral, cinematográfico, etcétera. Una de las cosas que me sorprendió es el conocimiento que tienen de los ratings televisivos. Es muy sorprendente que un taxista te comente lo bien o mal que ha medido un programa de tevé. Las mediciones de audiencia comentadas por los taxistas es una de las cosas que más me divierte, realmente son casi expertos (se ríe). Esto tiene que ver también con el consumo de radio donde es habitual que los periodistas de espectáculos en radio comentemos estos temas.
P: ¿Cuáles fueron las diferencias insalvables para ti?
LCG: No hubo ninguna diferencia insalvable para mi. Somos hispanos, hablamos el mismo idioma y, por suerte, radico en una gran ciudad como Buenos Aires que tiene el mismo ritmo que puede tener Madrid. Tenemos las mismas raíces. La transición de un país a otro no fue para nada traumática, me recibieron muy bien y siempre me trataron con mucho respeto. Con respecto a las oportunidades, no sé como hubiera sido en España. Esa es una experiencia que dejaré para mi próxima vida (se ríe).
P: Con respecto a la crítica en el ambiente cultural: ¿Cuán calificadas son las voces que hacen crítica en cada ámbito? En ocasiones, es posible ver que la crítica cultural en artes más populares es, diríase, opinativa y no así crítica, o particularmente argumentativa. ¿Se inscribe en el periodismo de opinión o en el periodismo cultural? ¿Cómo se ven quienes lo ejercen: son periodistas de cultura o periodistas de opinión?
LCG: Los críticos, en general, no son obsecuentes y suelen ser bastante duros si lo creen necesario. En lo que respecta a lo estrictamente cultural como tú lo llamas, hay una formación fantástica porque los críticos realmente van a ver los espectáculos y hacen una evaluación retroactiva incluso. Son grandes conocedores de la currícula de los artistas y de los éxitos y fracasos de público que haya podido tener un espectáculo presentado por una misma compañía, por ejemplo. En cuanto a los opinólogos, entre los que en ocasiones me incluyo, sin ningún tipo de prejuicio debo decir que se nos «exige», televisivamente hablando, un nivel de agresividad en el ida y vuelta con el artista, a veces en pos del escándalo que, nos guste o no, es lo que aumenta los niveles de audiencia. A veces esto puede resultar tóxico incluso para el propio opinólogo. El secreto, si es que lo hay, es no hacerse el “malo” todos los días, aunque hay personajes “malos” de la tevé a los que les va muy bien. Personalmente, prefiero tener un nivel de exposición menor y trabajar desde el humor que, por ahora, me ha dado muy buenos resultados y muchas satisfacciones.
P: Después de 8 años de vivir ese caos, ¿cuál sería tu experiencia más sumadora y alguna que realmente te hubiese restado?
LCG: La mejor experiencia fue descubrir que soy periodista de alma. Me di cuenta de cuánto me gusta la profesión y cómo disfruto el hecho de ser comunicadora; me gusta recibir el cariño de la gente, incluso la posibilidad de ayudar desde ese lugar. La experiencia es cien por ciento positiva; no tengo nada negativo que decir.