Diario de invierno, de Paul Auster (Anagrama, 2012)
Incansable creador de ficciones y de personajes inolvidables, vuelve aquí su mirada sobre sí mismo. Y si en A salto de mata rememoraba sus años juveniles de aprendiz de escritor, en este parte de la llegada de las primeras señales de la vejez para rememorar episodios de su vida.
Y así se suceden las historias: un accidente infantil mientras jugaba al béisbol, el descubrimiento del sexo, las masturbaciones adolescentes y la primera experiencia sexual con una prostituta, la rememoración de sus padres, un accidente de coche en el que su mujer resulta herida, una presentación en Arles, acompañado por su admirado Jean-Louis Trintignant, la estancia en París, una larga lista comentada de las 21 habitaciones en las que ha vivido a lo largo de su vida hasta llegar a su actual residencia en Park Slope.
Sus ataques de pánico, las historias de sus abuelos, sus dos primeros matrimonios fallidos y el largo y feliz matrimonio actual, la visión de un viejo thriller por televisión y las reflexiones que propicia, las visitas a la familia de Siri, los viajes, los paseos, la presencia de la nieve, el paso y la herida del tiempo, la conciencia del cuerpo que envejece…
En definitiva, la urdimbre y la trama de una vida a través de vivencias, sensaciones y recuerdos. De él escribe M. Dirda en The New York Review of Books: “Paul Auster ha construido uno de los universos más inconfundibles de la literatura contemporánea… Realmente está en posesión de la varita de un mago”. Es uno de los grandes escritores americanos. Y uno de los escritores intelectualmente más elegantes… Los temas son fantasmas hambrientos, dijo Borges. Afortunadamente los fantasmas de Auster son insaciables, y nos acompañan en el camino personal de cada uno.
Estamos ante un magistral autorretrato construido con la pasión, la desbordante creatividad literaria y la ejemplar viveza de la prosa que son ya las señas de identidad de este escritor amado por los lectores y admirado por la crítica.
J. C. Gª Fajardo