Diario de un gato nocturno. Javier Gato. Cangrejo Pistolero Ediciones.
Cae en mis manos una colección de poemas muy notable por sí misma, más aún conociendo la juventud del autor. Utilizar la expresión enfant terrible (o enfant gÁ¢té) puede resultar manido, pero los lectores comprenderán con ella rápidamente parte del tono que domina la obra.
El propio título da ya unas cuantas pistas sobre el libro y sus claves. Porque el término «Diario» vuelve la colección ya sospechosa de ser conjunto confesional autobiográfico, lo que vendría a ser refrendado con el juego de palabras del sustantivo «gato» que es, con mayúscula, claro, el apellido del autor, lo cual identifica al animal con el escritor o podría hacerlo.
Por otra parte el adjetivo no es baladí, nada epíteto, desde luego. Si el animal es ya por sí símbolo (o podría serlo) de animal diabólico, independiente, sustantivo mítico y literario por excelencia, ese «nocturno» no deja ya lugar a dudas. Estamos ante un ser de las sombras, de la marginalidad ética, de la diferencia cuando menos. En el poema que abre esta «rave» disparada de versos y procacidades (GÁ‰NESIS) ya se nos habla de una casa «cuya mención hace saltar la color en la cara de las personas decentes»
Sin embargo creo que la audacia de Gato (el autor, no el sustantivo) no es tanto hablar en sus versos de sexo de forma explícita, o de drogas y camellos, o de alcohol, o de coches que corren demasiado, o de transgresores que son ya solitarios desgastados mediocres, aunque esto último ya constituye una cierta novedad literaria o al menos una vuelta de tuerca; como digo, la audacia está no tanto en la temática sino en las imágenes y metáforas barrocas o elevadas elegidas para contar estas historias de los seres de la noche. Su lenguaje se aproxima, de alguna forma, a la ocurrencia de Luis Antonio de Villena cantando con versos latinos a los jovencitos poligoneros de los ochenta. Aquí Javier utiliza “Átaca”, “luctuoso”, “peripatética ubérrima Flora”, Brecht y Joyce para hablarnos de los cocainómanos, las jeringuillas y las mamadas a pelo. En su MÁSTER CNX nos deleita con una imagen mítica:
«Míster CNX me trae loco desde los diecisiete años
con su BMW, sus turulos hechos con billetes de 500
y sus ojeras de Apolo sin lira de incógnito en una rave«.
La homosexualidad copa el libro con sus grandes deseos, con acentos lúbricos, con lenguaje explícito, con prácticas de riesgo, con una enajenación sexual que deja de lado otros modelos de vida homosexual. El chapero, el encuentro con el desconocido, el «frenesí ninfomaníaco», la «savia desbordante / de la que una vez que uno se alimenta / ya no puede dejar de paladear» (EL SEXO LO CURA TODO). Es como si un Rimbaud desaforado hubiese sobrevivido a las cribas que la madre y la hermana hicieron de sus obras.
Tampoco le falta, sin embargo, algún chispazo de humor, y un cierto orgullo de pertenecer a la chusma moral, aunque yo diría que son la excepción y no la regla. Dice en «NANA DEL CHAPERO»:
«Duérmete, yupi hermoso,
duérmete o vendrá el foro de la familia
y te meterá en su sucio saco».
Por no hablar del redondo y brutal ENIGMA MATINAL, en el que usa la lengua poética como un arco que, al rasgar las cuerdas de las palabras, les sacara sangre ya seca.
A pesar de todo, el malditismo, el mundo de las drogas, la conciencia de una moral desviada, incluso de la mediocridad temida, son muy hermosas las imágenes que a veces nos hace llegar. Hasta el punto de traer a mi recuerdo pinturas negras de Goya, grabados macabros de sus inmortales series. Valga como remate a esta reseña algunos versos de, curiosamente, su FINALE (que no es, sin embargo, el último poema de la colección):
«Rayos de luz violan y disipan las brumas
del lugar maldito,
y un ejército de lechuzas y murciélagos derrotados
inician la retirada,
apagadas las brasas de su infierno
por la brisa de la mañana
y las vomitonas.
Sevilla despierta con una sonrisa de tostadas y churros,
ignorante del diabólico conciliábulo
exterminado por el alba».