“Don Quijote dice que su fin es destruir la injusticia. La injusticia máxima es la muerte, la esclavitud última. Liberar a los prisioneros es la manera práctica que tiene el Caballero de luchar contra la muerte”
Harold Bloom
Don Quijote de Manhattan
Se cumplen cuatro siglos de andadura y nacimiento de esa obra genial que inició su aventura “En un lugar de la Mancha…” del que todos los españoles y españolas lectores de buenas letras recuerdan; menos el presidente de este país, que al parecer prefiere leer el MARCA: “hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez”. ¡Qué le vamos a hacer, si no es de más chispas! Por lo tanto.
Sin embargo una escritora joven y atrevida, Marina Perezagua, se ha lanzado con una original novela, Don Quijote de Manhattan, a recorrer las calles de Nueva York acompañando a don Quijote y su fiel escudero Sancho, por esa fantástica metrópoli en este siglo XXI, al que bien se le hace necesario abordar parte de los muchos entuerto que ofrece. Y para ello, verdad es, que nada mejor y más esperanzador que ser todo un señor Quijote con cuatro siglos de hazañas y experiencia en la lucha en favor la justicia, asunto nada baladí por estas tierras donde la corrupción es pan de cada día y no precisamente para dar alimento a los pobres sino lo contrario, ofrecer mejor vida a los privilegiados de la fortuna y sus acólitos.
Así que aquí por estas tierras cuyo nombre Cervantes no quiso recordar, vio la luz, corriendo por ella para ganar el pan de cada día. Y en una cárcel de Sevilla iniciar su pulso literario dando fe vida con su pluma a tan ingenioso hidalgo símbolo perenne en la cumbre de la inmortalidad.
De manera que en prosa burlona y crítica lo podemos acompañar con la lectura de la novela que comento, por esta inmensa Nueva York donde se nos vuelca en aventuras y desenlaces, mostrando valor en la defensa de los débiles y desafío contra los poderes injustos en una ciudad donde los molinos de vientos son rascacielos, donde no falta la santa Iglesia más bien poco amiga de tan entrañable pareja, con la experiencia de haber nacido cinco siglos antes, bajar como caída del cielo de las letras y entrar en el siglo XXI.
Tabla de contenido ocultarBien es verdad, amigo lector, que la aventura tiene su encanto y atrevidos momentos de los lances que se producen, por lo que le aseguro que aburrimiento no encontrarás.
Y nuestro don Quijote hombre de sentimientos idílicos hacia lo femenino, en este su andar descubre una alta torre que todo el mundo conoce y a tantos deslumbra como la Estatua de la Libertad, que al bueno y enamoradizo Caballero le faltó tiempo para contemplar su figura, palpitar por ella y bautizarla con el nombre de Marcela. Pues qué menos se puede asumir cundo se es hidalgo y poeta con versos como estos que aquí copio.
“Así que somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se executa en ella su justicia”
También los héroes de la literatura, cuando se salen de las páginas de la historia que les pertenece por los siglos de los siglos, pueden pasar a otra ficción más cotidiana por ese ajetreo cosmopolita que es Nueva York y que las tripas de sus trabajados y castigados cuerpos les pidan alimentos para poder continuar la aventura, porque cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana, por encima de la gigantesca Marcela, la pobre, convertida en divinidad de cemento, hierro y piedra para dar la bienvenida a todo humano que sueñe con El Dorado.
En resumen, nueva ficción a tamaño reducido amena, crítica, divertida e imaginada, logrando con estilo y lenguaje idóneo trasladar a los tiempos que vivimos las andanzas de tan admirado Caballero andante y su fiel e inseparable escudero Sancho.
De como “menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras.” Y es que:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.