Cultura

Dos segundos por delante de mis dedos

Suponiendo que la vida sea una carrera contra uno mismo, suponiendo la 
supremacía del tópico publicitario que asegura que la única 
competición posible hoy en día es esa, suponiéndolo y admitiendo todas 
sus consecuencias puedo afirmar que los dos segundos que voy por 
delante de mis dedos cuando escribo son suficientes para sentir que de vez en cuando sucede el milagro, las banderas de uno mismo ondeando en 
algún espacio mental acondicionado como sala de victorias, esa gloria
customizada que de vez en cuando compro con cierto pudor y enseguida 
escondo para no ser abucheado. Pero que no se arremolinen los curiosos 
ante mi puerta, no hay nada que ver, no son fuegos artificiales, sólo 
son palabras que salen del gotero, a veces en chorro, a veces como 
raquíticas demostraciones de la buena fortuna.

Cuando no sucede nada de esto, leo; si es a Roberto Bolaño, mejor, 
aunque me da pena hacerlo sabiendo que lleva varios años muerto y no 
podrá escribir más. Sé que hablé de esto aquí hace algunas semanas 
pero es que el tema es preocupante. Llegará muy pronto el día en que 
se acaben las palabras de Bolaño y tenga que acudir a otras que me
consuelen. Me pasa lo mismo con Bernhard, me pasa lo mismo con Sterne, 
me pasa lo mismo con Cortázar. La gente que escribe debería seguir 
escribiendo después de muerta; debería existir un sistema 
compensatorio que les permitiera el ejercicio de la literatura desde
ese lugar al que se va cuando se acaba la vida. Habría una bellísima 
ciudad de muertos escribientes, una tierra perdida a la que sólo se 
pudiera llegar desde las palabras.

Mis dos segundos de ventaja respecto a mis dedos son una victoria 
pírrica, es decir, una chorrada. Todo lo cambiaría por unas cuantas 
palabras más de los autores antes mencionados, de esos y de otros 
muchos en los que ahora no caigo o que mi memoria (tan perezosa y 
castigada) ha olvidado.

Ahora, esta noche, estas 21:46 horas que asegura mi ordenador como 
coordenadas de lo real, leo a Roberto Bolaño, quizá su libro más 
personal, ese en el que se aventura a pegar todos los trozos de lo que 
escribió en revistas y periódicos mezclado con charlas, conferencias, 
disertaciones, divagaciones, recriminaciones, autoabsoluciones e
interpretaciones de un mundo tan propio que asusta y a la vez invita a 
pasar y a quedarse allí una buena temporada. ¿Los dedos de Bolaño le 
darían esos dos segundos de ventaja a su vida? Algún día se lo 
preguntaré cuando le vea.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.