Microrrelato
Se preocupaba de los demás antes que por él mismo, por eso no le agradaba que su familia se molestase tanto en visitarlo o intentara acompañarle durante su estancia en el hospital. Incluso estando recién operado, atado a un suero e inmovilizado en la cama, le fastidiaba en las largas noches de insomnio descubrir a su mujer dormitando en un sillón, con la cabeza doblada sobre un lado de la mesilla y apenas arropada con una sábana.
No creía necesarios tales sacrificios ni para atenderlo, puesto que el personal sanitario brindaba los cuidados pertinentes, ni por un afecto que de ninguna manera aceptaba que se demostrarse en aquellas circunstancias.
Le apenaba que sus seres queridos pudieran verse obligados a pasar un mal rato en un hospital cuando él desearía que esas muestras de cariño se dejasen para cuando pudieran expresarlas en la casa o en la calle, cuando pueden disfrutarse de verdad.
Odiaba sentirse un estorbo. Y prefería no molestar. Por eso no le importaba sentirse fastidiado, sufriendo las limitaciones de una hospitalización a causa de sus achaques, con tal de circunscribir sus penas en quien las padece.
Sin embargo, nadie comprendía su acritud a las visitas ni su conformidad a permanecer sólo en aquella habitación aséptica e impersonal.
No consiguió morir en soledad y a su sepelio asistieron cuantos no estuvieron dispuestos a renunciar de su compañía y bondad. Muy a su pesar.