Desde mediados de la última década la novela El eco negro se viene publicando en la lengua de Cervantes, a la vez que se van sucediendo las ediciones de muchas de sus obras que suman una rica valoración al tratarse de un autor de alta calidad dentro del género negro, que nos confirma ser de los discípulos aventajados de Raymond Chandler y aprovechado heredero de la rica obra del clásico maestro, expuesta con rigor en toda esa rica saga de palpitante intriga enmarcada el la personalidad del protagonista descollante Harry Bosch veterano Marlowe con su propio estilo de hacer.
“Detective Hieronymus” personalidad con la que se estrenó en 1992 para ir escalando historia tras historia la fama merecida, eso sí, con la diferencia de que él no es detective privado, sino que pertenece al Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD). Pero sus vidas son muy semejantes y los métodos de trabajos duros y bastante parecidos. Muestra de ello, la bien ejecutada El eco negro (The Black Echo), y será a continuación como principal protagonista en trece novelas policíacas: «Harry» comúnmente conocido por sus amigos y compañeros, especializado sabueso de homicidios que ha conocido a fondo duras y arriesgadas situaciones como soldado los campos de batalla de Vietnam.
La calidad y trama de esta novela fue premiada con transparente justicia crítica. Y todo es adentrarme en su lectura, cuando me lleva la memoria a un país al que nuca recuerdo con gusto, no por su clima, sino por el medio ambiente corrupto que lo azota con el mayor descaro y conservadurismo. Y quiero dejar claro que Michael Connelly no se inspiró en personajes mediocres y trincones de dicha geografía para crear su historia, lo que al menos me muestra que la corrupción de alta escala no es exclusiva del país que no me gusta acordarme. En todas partes se cuecen habas y en este a carretadas las luchas de poder entre departamentos, la corrupción policial y la tarea de los agentes en la calle. Riesgo y zancadillas peligrosas que corre nuestro protagonista con sus superiores, que chocan por su acentuada personalidad.
El inicio de la historia se intenta considerar como un caso más de rutina
El cuerpo de una persona aparece dentro de una tubería, posiblemente víctima de una sobredosis de droga. Pero nuestra hombre sospecha algo menos rutinario, cuando descubre contemplando el cadáver reconocer a un viejo compañero de cuando Vietnam que fue, como él, una “rata de los túneles, un antiguo marine cuya misión era la de infiltrarse en los laberintos subterráneos que poblaban Vietnam para allanar el terreno a la infantería”. Esto lo sitúa una vez más tener que asumir la investigación a contramano de los criterios usuales, cuando sospecha de sobre variados intereses tanto por parte de la policía como de ciertos poderes económicos y para más, un fiscal demasiado activo e interesado en cerrar el caso en vísperas de elecciones en las que curiosamente apuesta de firme para escalar en beneficio propio. Su impaciencia en terminar con le caso que ya cuenta con la muerte enloquecida de diez mujeres jóvenes cuyo asesino está encarcelado como culpable y, curiosamente, pese a que los hechos son más que suficiente para la pena de muerte sin más dilaciones. Resulta que tan importante fiscal expone la necesidad estratégica de que la sentencia quede en cadena perpetua.
Esta delicada actitud la asume nuestro policía caiga quien caiga siendo consciente que el desafío significa trabajar de forma independiente, de trabajar por su cuenta y desobedecer la táctica de las alturas de mando, aunque eso significa tener que pagar una alta factura.
Michael Connelly nos pasea por un Hollywood desarrollando su andadura contando historias policíacas de viejo sabueso.
Magistral habilidad literaria que consigue rodear al lector del placer de leer una excelente novela del género negro.