Cultura

El alter ego de las niñas: su muñeca

juguetesMe cuenta mi amiga Irene que con las vacaciones empiezan los trabajitos, y este año, de niñera de tres «preciosidades» que están más monos durmiendo que despiertos, pero bueno, como todos. Se sienta en la terraza del bar y cierra los ojos. Su primer día de trabajo ha sido duro, pero satisfactorio. «He conseguido que comieran», me confiesa orgullosa. Y me habla de los juguetes modernos, tecnológicos y «raros y complicados» con que juegan los niños de ahora, hasta que la conversación se desvía en las clásicas muñecas que nos acompañaron en nuestra infancia.

Emma era mi mejor amiga, de un plástico duro brillante, pero mi amiga. Desde que la salvé de la caja en la que llegó a mí, como Pinocho al ser tocado por el hada madrina, se convirtió en humana. Todas las noches  la peinaba y vivía largas horas que quedaban reducidas a los escasos segundos que me costaba pensar: “Hoy en el colegio me ha dicho la profe que te has portado bien”. En apenas unos instantes Emma regresaba a casa para tomar el té con sus amigos que, bajando uno a uno desde la estantería, llegaban a mi cama. Eran muchos, pero distintos, y ninguno como Emma, una de esas Mariquita Pérez que las niñas admiran con la boca abierta en los grandes escaparates de  esas tiendas de juguetes que no aparecen en los catálogos. Muñecas de colección. Como ella había más de cincuenta en aquella tienda que quedó grabada en mi memoria y aún perdura. Largas hileras de muñecas se extendían por los pasillos. Vestidas de domingo, de primera comunión, con el pelo rizado, ojos azabache, elegantes, recién nacidas… Pero fue ella la que me cautivó. Se parecía a mí con esos ojos verdosos que al bajarlos volvían a abrirse haciendo un ruido hermoso e indescriptible.  Su melena, corta como la mía. Apreté la mano de mi abuelo con fuerza y dije:

–          Esa.

No le convenció del todo, pero un día no muy lejano a aquel encontré un inmenso paquete en mi habitación y dentro, mi muñeca a la que bauticé como Emma. Emma hacía de todo. Estudiaba, bailaba, se enamoraba, cantaba, y hasta iba a la peluquería, lo que me costó grandes disgustos cuando con seis años, sin tener noción alguna de dicho oficio, tomé la decisión de cortarle aún más el pelo.  Crecía a mi ritmo, o incluso más rápido, pero me esperaba. Siempre se adaptaba a sus nuevas circunstancias,  y nunca, o mejor dicho, casi nunca, se quejaba.

Las muñecas son el alter ego de las niñas. Esa concentración de sueños imposibles que desordenadamente se suceden en las cabecitas de esos seres cargados de fantasía que son los niños, y se convierten en sus mejores amigas.

Muñeco, piedras zen y flores

Foto: Vvillamon

Son las únicas en conocer los secretos más recónditos del corazón de sus dueñas que, desde el primer día, como madres explican las normas de convivencia. Las únicas que lloran con ellas porque la seño ese día se ha enfadado y no te entiende. Son las únicas que, si hace falta, son capaces de viajar miles de kilómetros en una maleta para acompañarte adonde quieras. Como decía Jordi Sierra i Fabra en su obra “Kafka y la muñeca viajera”: “La relación de una niña con su muñeca es de las más fuertes del universo. Una fuerza descomunal movida por una energía tremenda”. Cuenta la aventura de Franz Kafka en un parque de Berlín con una niña que: “tenía justo esa edad indefinible en la que siguen siendo lo que son aun estando en el umbral del siguiente paso”.  Cuando leí la novela deseé haberme encontrado con Kafka, el cartero de muñecas, en una tarde cualquiera de mi infancia para descubrir que mi muñeca podía viajar a lugares que yo desconocía y escribirme contándome su vida como mujer crecida e independiente. Kafka, el adulto que comprendía a los niños, que sabía cómo eran sus sueños y cómo hacerlos realidad.

Aunque el ideal infantil de tener una amiga con la que hablar en cualquier momento y con quien compartir las grandes aventuras de la imaginación se vio realizado en el SXVII por primera vez, en España fue en 1938 cuando estos personajes llegaron de manera realista a las casas. Mariquita Pérez fue la muñeca española ideada por Leonor Coello de Portugal que durante las décadas de los 40, 50 y 60, fue la amiga más cotizada en el mercado. Cargada de vestuario y complementos y presentada en sociedad el 11 de noviembre de 1940, se convirtió en un icono de moda para todas las niñas españolas, la muñeca de la posguerra que hasta 1976 brilló en los escaparates de lujo alimentando las aspiraciones de miles de niñas. Mariquita Pérez, «la muñeca que se viste de verdad» fue un fenómeno pese a su precio, muy por encima del salario de muchos. Sin embargo, llegó a todos aunque fuese en forma de canciones, programas de radio o simplemente como icono de moda , pues incluso sus escaparates eran auténticas revistas de moda que causaban expectación con cada cambio. Una niña en camino de ser mujer, anclada en esa edad indescifrable.

Dicen los expertos que soñamos en blanco y negro. Tal vez por ello la Mariquita Pérez aportó el color. Su logotipo a rayas rojas y blancas era identificado por cualquier niña como la  muñeca de sus sueños. Atractivo, sencillo y clásico, como la muñeca.

Ahora en el 2012, pese a las nuevas tecnologías, a los ordenadores y la velocidad a la que los niños abandonan su condición de seres infantiles repletos de imaginación, las muñecas siguen siendo un objeto irremplazable en la vida de las niñas, al menos, durante los primeros años de infancia. Las Mariquitas Pérez han pasado a la historia desde que las mujeres con largas piernashan arrancado la inocencia de las niñas que con apenas cinco años comenzaban a pensar en enamorar a su Kent.

Se modernizan, retroceden, crecen, permanecen ancladas en el tiempo… pero siempre cautivan a las niñas desde los escaparates. Es cierto como la vida misma. Cada año, miles de muñecas encuentran la libertad de la mano de alguna niña que fascinada las arrancó de la estantería. Un sueño, hecho realidad.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.