Me equivoco, como todos, como el que más, me equivoco porque lo intento y el que lo intenta se equivoca más, pero se equivoca bien, el que no lo intenta se equivoca menos, pero se equivoca mal, y equivocarse mal siempre es peor que equivocarse bien.
Los otros se equivocan conmigo porque me juzgan sin conocer, no se paran a preguntar, buscan el estereotipo antes de reflexionar, porque viven de ello, lo necesitan, para poder vivir, para poder respirar, para poder seguir hacia adelante, el estereotipo les marca el camino.
No soporto a los que se empeñan en lo igual, con lo bonito que es lo diferente, a los que buscan agrupar a la gente por características, sociales, étnicas, laborales o personales, ¡no!, grito no, una y mil veces, cada persona es una isla por descubrir, independientemente de las características que le rodean.
Acércate a mí y deja que te conozca, yo dejaré que tú me conozcas a mí, descubrirás mi verdad y yo la tuya, puede que no me guste, puede que la detestes, pero ambos habremos aprendido algo porque de lo igual no se aprende, al contrario, pero de lo diferente sí, se aprende y mucho, se comprende una nueva perspectiva que no es la propia ni la de los iguales, la de los que los demás califican como iguales.
Hablar y escuchar son dos virtudes que nos diferencian de los animales, ninguna más, y debemos aprovecharlas. Debemos escuchar a la gente que tenemos a nuestro alrededor, sentir con ellos, llorar con ellos, reír con ellos, y luego hablar, hablar de nuestras cosas, que nunca son lo más importante del mundo. Primero debemos escuchar y luego hablar, nunca al revés, si hablamos sin escuchar las conversaciones dejan de ser conversaciones y se convierten en riadas de palabras más o menos articuladas.
Me quiero equivocar, me quiero volver a equivocar, una y otra vez, para aprender a comprender mi interior, para aprender a empatizar con tu interior, para aprender a vivir en plenitud.
