El clavel verde. Robert Hichens. Odisea Editorial. Colección Uranistas. Edición y notas a cargo de Enrique Redel.
«Flotando a través de la cortina y la ventana, una suave luz de limón salpicaba los plateados dorsos de los cepillos en la mesa del tocador, la bata de seda hilada que colgaba de un gancho tas la puerta y el gran ramo de rosas Gloire de Dijon que descansaba en un florero de marfil blanco sobre el escritorio de madera rojiza».
Página 25.
«Algo que siempre me ha molestado de Londres es encontrar gente haciendo su trabajo. Están por todas partes. es imposible huir de ellos. El sentido del deber es como una horrible enfermedad. Destruye los tejidos de la mente, igual que ciertas dolencias destruyen los tejidos del cerebro».
Página 30.
«No tengo intenciones de ser uno bueno. Sólo los descerebrados son buenos esposos. La virtud suele ser una forma de deficiencia mental, igual que los vicios son una afirmación intelectual».
Página 52.
«La noche no es joven. Pronto el pateado amanecer merodeará por el río y tocará con su luz las monstruosidades del Támesis. El esperpéntico hábito de John Stuart Mill relucirá como el vellocino de oro y la espantosa aguja de Cleopatra se bañará en rojo y anaranjado. El asta de la torre Victoria brillará como una escalera para ángeles y el murmullo del Covent Garden sonará como el susurro de la marea creciente».
Páginas 54 y 55.
«Muchos hombres y mujeres han encontrado la salvación en la vanidad mientras el común de los mortales se arrastra en busca de la modestia».
Página 58.
Si por un lado este libro sirve para comprender la sociedad en la que vivió Wilde y para acercarse al genio a través de los ojos de un observador agudo, y es, como indica la propia editorial que lo ha traducido, clave para conocer las causas y circunstancias que llevaron al famoso escritor a juicio y al desastre personal y profesional (no diré literario porque La balada de la cárcel de Reading fue escrita después del juicio y el horror y es una de las piezas más trágicas y hermosas que he leído nunca), digo, si por un lado este libro sirve para todo eso, también satisface, de paso, al lector exigente y lo hace pensar deleitosamente, casi como si estuviera charlando con el genio o al menos escuchándole.
Podría usarse la metáfora fácil y comparar la obra de Hichens con la luna que se aprovecha del sol, que sería la persona y la obra de Wilde, pero en mi opinión la novela va más allá. En ella, es cierto, espejea la agudeza, la agilidad mental y la audacia del autor de La importancia de llamarse Ernesto, a través, por ejemplo de epigramas y atrevidas afirmaciones como:
«Las mejores intenciones suelen producir los peores desastres. Son como las mujeres que se visten mal para ostentar su beatería. Las buenas intenciones son invariablemente agramaticales».
Página 80.
«La gente que habla con coherencia es como la gente que pica piedras. Lo llena a uno de polvo y arena».
Página 185.
Pero va más allá. Si bien por un lado es tan ingenioso como para citar al propio Wilde a lo largo de la obra y por lo tanto otorgarle una personalidad y esencia distintas de las de su personaje Esmé Amarinth, por otro también hace mención a claves evidentes para sus contemporáneos como el clavel verde que da nombre a la novela. Todo el mundo podría identificarlo con claridad: la pose, el discurso, la compañía del vanidoso y bello Alfred Douglas -que en la obra se llama Lord Reginald Hastings-, sus hábitos de vida…
Adicionalmente la novela, en la que se describen unos días de campo de los protagonistas en compañía de tres mujeres de la alta sociedad londinense y del párroco local y el coro de niños de la iglesia, va más allá a la hora de encontrar el punto álgido y resumir o concentrar el mensaje más personal y valiente de Oscar Wilde: el del individualismo genuino frente a la imposición de la naturaleza. El fragmento en que Esmé Amarinth da un discurso a los niños del coro es casi increíble por lo osado, pero sobre todo por lo acertado y contemporáneo/moderno del mismo:
«Algunas cosas se clasifican como naturales y otras como antinaturales para todas las personas del mundo. El individualismo queda automáticamente prohibido. Un niño es desnaturalizado si odia a su madre. Una madre es desnaturalizada si no quiere tener hijos. Un hombre es desnaturalizado si nunca se enamora de una mujer. Un niño es desnaturalizado si prefiere ver pinturas que jugar al cricket o soñar con la belleza blanca y desnuda de una estatua griega en vez de jugar al rugby. Si nuestras virtudes no son cortadas por la misma tijera, son contranaturales. Si nuestros vicios se apartan de la norma, son contranaturales. Debemos ser buenos con naturalidad. Debemos pecar con naturalidad, vivir con naturalidad y morir con naturalidad. Branwell BrontÁ« murió de pie, y desde entonces el mundo lo ha considerado un blasfemo».
Páginas 141 y 142.
Ignoro si, como dice el autor al comienzo, los representados en la obra le felicitaron por la misma o cuántas veces le culparían por el escándalo que los acompañó tras su publicación. Se sabe que, eso sí, retiró la novela del mercado cuando comenzó el proceso contra Wilde y que sólo muchos años más tarde se animó a reeditarla, tras escuchar numerosas peticiones de lectores que no podían encontrarla: se había convertido en una leyenda viva, un fantasma de papel y tinta.
En definitiva una obra que pone en contexto y que ayuda a acercarse al gran Oscar al que su homosexualidad pero sobre todo su mentalidad avanzada y talento le llevaron al peor de los escenarios. Y es que España podrá ser el país de los envidiosos, pero al menos no es el de los puritanos.