Con los ojos abiertos que nadie le cerrara
Sueña Federico- mientras el tren avanza-
Con una Córdoba de luz dorada,
Pese al jazmín de acero en su garganta
Y al clavel en la sien, de tibia escarcha,
Que no alcanzó a limpiar ninguna mano.
Al fondo un falso Camborio
Vestido de mamarracho
Se ensaña con sus libros,
Y con risa de borracho
Se mofa de sus palabras.
(Un aroma de lirios y azucenas
Vuela de la herida de sus páginas.)
Arriba y lejos, donde se diseña el alba,
El mundo ya no alcanza a su mirada,
Ni siembra el recuerdo adelfas negras,
Ni son útiles las palabras:
Un gitano bate palmas y una gitana baila
Sobre un tablao de flores.
(Al fondo emergen torres
De canela y albahaca.)
Cien jinetes enlutados y un ángel de lirio
Custodiaron ese cuerpo mientras tuvo alma.
Cien ángeles blancos y un ángel de fuego
El vuelo de su sangre que ya canta
Por un Guadalquivir de estrellas
Hasta el mar de luz donde el Sol se baña.
Mataron, sí, su cuerpo
En la ardiente madrugada
Pero queda su palabra
Que no puede enterrar el viento.
Mataron, sí, su cuerpo,
Los sembradores de espadas,
Pero queda un sutil perfume
De azahar, naranjo y albahaca
En el viento de sus versos
Por las terrazas del alma.