Escenarios, 13
Un texto dramático puede quedar reforzado o hundido por sus intérpretes. El de Manuel Calzada Pérez, que se presentó el pasado fin de semana en el Teatro Principal de Zaragoza, bajo el título de ‘El Diccionario’, ha resultado favorecido por una interpretación genial de Vicky Peña, en el papel de la bibliotecaria y lexicógrafa María Moliner, secundada por Helio Pedregal y Lander Iglesias, que hacen de médico y marido, respectivamente, de la protagonista.
La obra, que se estrenó hace medio año en Madrid y se mantuvo durante un mes en el Teatro de la Abadía, ha estado girando por diversas ciudades hasta llegar a Zaragoza. Todos los comentarios vertidos a lo largo de este tiempo resaltan la excelencia de la interpretación y alaban el enfoque que se hace de la vida de la bibliotecaria aragonesa creadora del imprescindible Diccionario de Uso del Español.
Tras una vida llena de esfuerzos, contrariedades y sufrimientos, el azar dispone que los últimos años sean un tortuoso camino por el que la mujer va perdiendo sus principales tesoros: las palabras. Una arterioesclerosis cerebral le produce afasia y pérdida de memoria progresiva, pero paradójicamente su dolencia le hace recordar las penalidades y las represalias sufridas tras la guerra civil a causa de sus ideas liberales y de su contribución al desarrollo cultural del pueblo durante la Segunda República.
En la trama está muy bien compensados los episodios del tiempo real con la rememoración del pasado, tanto profesional como personal y familiar. Ello da una imagen muy completa de la psicología del personaje, de su tesón, de su capacidad de sacrificio, de su entrega a la familia y de su altura intelectual. Ciertos rasgos de humor alivian la tensión dramática que domina toda la obra, en la que el tema de su deterioro mental es recurrente.
El personaje va ganando enteros a lo largo de la representación y consigue empatizar con el público, enfrentado a un tema siempre espinoso como es el deterioro mental y la pérdida del control de la conciencia. En mi opinión hay algunos pasajes prescindibles, o al menos resumibles, relacionados con las pruebas médicas a la que es sometida la protagonista. El final, en el que se plantea la frustración de María Moliner por no haber sido elegida académica de la Lengua, queda resuelto de una manera brillante con un supuesto discurso no pronunciado en el inexistente acto de la toma de posesión.
Para los amantes de la lingÁ¼ística y de la precisión terminológica, ‘El Diccionario’ como obra teatral será siempre un referente, del mismo modo que lo es la obra lexicográfica de María Moliner.
La escenografía es sencilla, pero excesivamente aparatosa y recargada en algunos aspectos que no aportan contenido al desarrollo de la trama. Sí es acertada la música ambiente.