Cultura

El embrujo de Sevilla al atardecer

Se dice, normalmente con razón que el de tierra adentro busca el calor. Debe ser cierto porque tener el capricho de viajar a Sevilla en plena ola canicular, demuestra algunas cosas, pero por no extenderme sólo me viene a la memoria la canción de Juan Perro: «hace falta valor, ven a la escuela del calor»

Vaticinaban hasta 42 grados, pero vimos marcadores a 45º. -Ozú, que no decaiga, me dije- La tarde de nuestra llegada a la ciudad, cuyo puerto fluvial fue el más importante de la cristiandad, salió a recibirnos la calorina pero la tenemos ya muy conocida los de la margen derecha del Ebro, que no tiene puerto, pero sólo porque no nos lo hemos propuesto. A cabezones no nos ganan muchos, que lo sepan.

El Prado de San Sebastián recogía en su penumbra el frescor de sus jardines y las fuentes que imbricaban sus perfumes con los tibios y postreros rayos de un sol inclemente que se retiraba a reponer su energía. Nos quedaba el atardecer y aunque su aliento todavía era de Vulcano, quisimos ponernos el Sur por montera y descubrir, descubrir cualquier cosa, incluso una brizna soñada e irreal de brisa marina. El parque de María Luisa nos engulló para devolvernos, al poco, la colosal vista de la Plaza de España.Allí, entre los colosales edificios de estilo regionalista en los que se llevó a cabo la Exposición Iberoamericana de 1929, el agua de los canales y sus fuentes. la temperatura recobró la clemencia y vimos a los ciudadanos respirar con fruición, dando la espalda a los chorros transparente de la gran fuente central. Este conjunto arquitectónico se debe al arquitecto Anibal Gonzalez y se empezó a construir en 1914. Las dos torres que flanquean la plaza aportan un estilo barroco «modernizado». La del lado norte parecía que quería tocar las livianas nubes, rizadas como las olas y premonitorias de la noche inminente.

El ritmo de los cascabeles de los coches de caballos se alejaba al trote en busca del río y la estatua del Cid nos preguntó de donde veníamos tan ufanos. Tras su pedestal, el edificio de la Real Fábrica de Tabacos, obra del ingeniero Sebastián Van der Borcht, realizado durante el reinado de Fernando VI en el siglo XVIII y que actualmente acoge a la Universidad de Sevilla, se recortaba en el ocaso amarillento. El espléndido edificio de piedra albergó la primera fábrica de tabaco de Europa, puesto que esta planta, descubierta por los conquistadores en el Nuevo Mundo, era monopolizada por la Casa de la Contratación , que regía el comercio con las nuevas colonias.En su fachada principal se aprecia la influencia del estilo barroco, presenta una portada con doble columnas a cada lado y en la planta superior, balcón balaustrado y remate con tímpano decorado con atributos reales. Por encima, se levanta una estatua de la fama, y jarrones de azucenas, obras de Cayetano de Acosta, al mismo autor portugués, se deben también las fuentes de marmol blanco de los dos patios interiores y los pináculos que decoran las cuatro esquinas del edificio. En el arco de ingreso se destacan relieves con temas concernientes a la historia y elaboración del tabaco. El inmueble se encuentra rodeado por un foso en la mayor parte de su perímetro debido a su construcción extramuros adosado a parte de las murallas de la ciudad por esa zona. Estas características le hacen merecedor de ser mencionado  como El Escorial tabaquero y más modernamente como: Palacio de la Industria.

Enfilamos por la avenida de la Constitución, donde la presencia de varias cervecerías nos invita a mitigar la sed con unas buenas y heladas cervezas. Por el trazado de esta avenida, que quedaba fuera de las murallas, discurrió en épocas pretéritas, un brazo del Guadalquivir. La importancia de esta zona se la dieron los comerciantes en la Baja Edad Media, entre la construcción de la mezquita mayor de 1176 y la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo. El arco almohade que comunica con la judería, tiene una placa en la que se reconoce que Cervantes recogió este rincón para incluirlo en su obra «Rinconete y Cortadillo». Los importantes papeles desempeñados a lo largo de los siglos por lo que hoy es la Avenida, la convierten en uno de los lugares más citados y descritos por la literatura ambientada en Sevilla

La torre, esquina con la calle de Santo Tomás, tiene el nombre de Abd el Aziz y formaba parte de las murallas de la ciudad. Los importantes papeles desempeñados a lo largo de los siglos por lo que hoy es la Avenida, la convierten en uno de los lugares más citados y descritos por la literatura ambientada en Sevilla. Esta avenida ha tenido múltiples denominaciones, desde finales del siglo XIX, acordes con el régimen político vigente en el país. El primer tramo que va desde la Plaza Nueva hasta el inicio de la catedral, se denominó tradicionalmente Gradas, en el primer cambio sufrido (1897-1931), durante la Restauración, se llamó Cánovas del Castillo; durante la Segunda República Española, se cambió a Libertad; durante el periodo franquista (1936-1980), José Antonio Primo de Rivera y con la llegada de la democracia, a partir de 1980, se le da el topónimo actual, de Avenida de la Constitución. A lo largo de la Historia esta vía pública ha experimentado grandes transformaciones, siendo la realizada en el 2006, una de las más trascendentes, al convertir la avenida en zona peatonal y lugar de recorrido del Metrocentro  que une el Prado de San Sebastián con la Plaza Nueva, con dos estaciones intercaladas en el recorrido.

Cuando la proximidad de la Catedral es previsible, la noche ha comenzado a pintar el cielo de un azul nítido y profundo. La iluminación de la mayor catedral gótica más grande del mundo, aporta luces y sombras que traen a la evocación la antigua Mezquita Aljama, sobre la que está erigida la actual catedral, que data de 1490.

Puerta Principal o de la Asunción. Construida por Bellver en 1877. Ocupa el centro de la fachada.

En el momento de tomar esta foto, un marcador electrónico nos recordaba que eran las 22 horas con una temperatura de 35º. Noche tropical tiene como nombre este fenómeno.

Puerta del Perdón. Con este nombre se conoce a la puerta de acceso al patio de los Naranjos desde la calle de los Alemanes y por tanto no es propiamente una puerta de la catedral, pero sí había pertenecido a la antigua mezquita y conserva de aquella época un arco apuntado de herradura. A principios del siglo XVI se realizaron obras decorándola con esculturas de terracota del escultor Miguel Florentín, destacando el gran relieve de la Expulsión de los mercaderes sobre el arco de entrada y los ornamentos en yesería fueron hechos por Bartolomé López.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.