La roca, la losa, el bloque de granito hablan de la duración infinita, de la permanencia, de un modo de existir independiente del devenir temporal.
El significado sexual de los menhires está universalmente atestiguado así como el falo está representado en la estela de piedra. La creencia en los poderes fertilizantes de los menhires todavía permanece viva en las tradiciones y en el folklore de muchos pueblos de Europa. En algunas regiones de Francia, las mujeres jóvenes, para tener hijos robustos, practican el «deslizamiento» a lo largo de una roca o la «fricción» sobre monolitos, o frotando el vientre contra determinadas rocas. No pocas leyendas y tradiciones de fuentes salutíferas para la fertilidad juegan con creencias paganas muy arcaicas. En algunas regiones, sobre todo cerca de las ruinas, fuentes y rocas poderosas, algunos vivos han aprovechado para ayudar a la madre naturaleza y al poder de los espíritus, prestando su colaboración desinteresada en el proceso fecundante. En otros casos, conocemos la eficacia fertilizante de pasar algunas noches en lugares con efluvios alucinógenos o sencillamente relajantes. Sin contar el poderoso efecto de ciertas especies de soma administradas por clérigos robustos y saludables.
Y ya en nuestra cultura clerical, entusiasta del celibato, conocemos la larga tradición de los sobrinos del cura. La mitología de diversas creencias nos muestra un arsenal de benévolos dioses encarnados en pastores de eficacia engendradora. El simbolismo fálico del menhir es semejante a la cultura del lingham en India y en otros lugares del sudeste asiático. El lingam es un falo formidable grueso y de casi dos metros, que se pasea en procesión y preside la iconografía de sus templos. Las mujeres lloran y pasan sus pañuelos por las andas y por el mismo falo, como en otras tradiciones hacen con sus imágenes.
Pero el sentido primigenio era la transmutación de los antepasados en piedras que se plasmaban en la erección de un menhir «sustitutivo» del cuerpo. En la estructura de estelas y monolitos se integraba un elemento esencial del muerto que podía ser su esqueleto, sus cenizas o su pene. Todavía en algunos lugares se entierra el pene del enemigo después de haberse comido ritualmente sus testículos.
(Innecesario recordar a los toreros que envían a su mozo de estoques al desolladero para procurarse las criadillas del astado bravo y noble para cenárselas en revuelto de huevos).
Así, el muerto «animaba» la piedra que hacía del menhir o de los sepulcros megalíticos «depósitos inagotables de vitalidad y de potencia». En lenguaje del mito indonesio, los muertos integrados en la estructura de las piedras se convertían en señores de la fecundidad y de la prosperidad al apropiarse, a la vez, de la piedra y de la banana/pene. Los hombres se han interrogado acerca del significado de los alineamientos de Carnac o de los gigantescos trilitos de Stonehenge. Impresiona la pericia técnica para manipular bloques de 300 toneladas y alzar sobre ellos losas de otras 100 toneladas. Parece ser que esa cultura megalítica, que desde hace más de 10.000 años se extiende desde el Mediterráneo hasta Suecia, arranca de un centro situado en Los Millares, Almería.
La roca, la losa, el bloque de granito hablan de la duración infinita, de la permanencia, de un modo de existir independiente del devenir temporal. En el Paleolítico, los cazadores nómadas bastante tenían con sobrevivir. En el Neolítico, los sedentarios ya se preocupan por la supervivencia más allá de la muerte. Al igual que las pirámides y túmulos prehispánicos en América, así como en Medio Oriente, estas estructuras pueden estar relacionadas con las divinidades solares y astronómicas, es decir, con las observaciones astronómicas, sobre todo en los solsticios (20 de junio y 21 de diciembre) y equinocios (20 de marzo y 22 de septiembre), para regular la agricultura.
La influencia de la luna en la naturaleza y en los seres vivos, animales y seres humanos, fue descubierta en los albores de la hominización, y está relacionada con los ciclos que pudieran señalar algunas construcciones megalíticas.
J. C. Gª Fajardo