Consonancias, 60
Volvió la Orquesta de Cámara del Auditorio de Zaragoza (OCAZ)-Grupo Enigma a la sala Galve para iniciar su XIX Temporada de Conciertos, bajo la dirección de Juan José Olives, tras una etapa de incertidumbres derivadas de la situación económica por la que atraviesan las iniciativas culturales de cierta enjundia. El valor de este retorno es mayor por cuanto el ánimo de los aficionados también decae, agobiados por el ambiente depresivo que se vive a pesar de las patrañas del gobierno.
Hay que advertir que habitualmente el ciclo de la OCAZ – Grupo Enigma comienza en octubre, pero el inicio de este curso académico ha sido especialmente complicado en muchos aspectos. Por fortuna se han salvado los escollos y hemos podido disfrutar de un nuevo concierto, el primero de cuatro que se desarrollarán en febrero, día 18, en marzo, día 25, y en mayo, día 27, siempre martes.
El programa ofrecía en la primera parte la partitura ‘Ocaso’, de Eneko Vadillo, recientemente estrenada, y el ‘Idilio de Sigfrido’, de Wagner; en la segunda, la ‘Sinfonía de Cámara, nº 1, Op. 9’, de Schoenberg.
El autor de ‘Ocaso’ da las claves para interpretarla: una estructura arborescente que con facilidad conduce a imágenes de la naturaleza, como el trino de los pájaros o la eclosión de los brotes primaverales, aunque luego se retorne a líneas espesas que sugieren mundos subterráneos y materias proteicas.
El compositor había dedicado su obra a un triple destinatario: en próxima lontananza a Richard Wagner, cuyo ‘El Ocaso de los dioses’ proporciona la inspiración creativa a través del pasaje de la inmolación de Brunilda; luego, en presencia inmediata, a Juan José Olives y a la OCAZ, consistentes heraldos del mensaje artístico. La interpretación fue segura, íntima y expresiva al mismo tiempo, con un afinado despliegue de timbres y texturas.
Las reminiscencias wagnerianas de Vadillo dieron paso a una pequeña pieza del compositor germano, de quien aún permanecen los ecos de su reciente bicentenario. El ‘Idilio de Sigfrido’, compuesto para el cumpleaños de su hijo menor, con algunas alusiones temáticas a su gran ‘Tetralogía’, permitió a los intérpretes cultivar la visión amable de la música del genio de Bayreuth. Hicieron una lectura consistente y armoniosa, con atención a las líneas melódicas en torno a las que se estructuran los temas utilizados. El director impuso una dicción demorada y minuciosa, ralentizando intencionadamente el tempo para recalcar el mensaje emocional de la pieza.
La ‘Sinfonía de Cámara’ de Schoenberg llenó la segunda parte. Esta pieza que marca un punto de inflexión en el proceso compositivo del autor, pide una interpretación con dos miradas: hacia el mundo tonal que se va y hacia el sistema generativo que viene. Los músicos, buenos conocedores de la obra por interpretaciones anteriores, la abordaron con solidez, con gran sentido de la unidad formal, con atención a su alcance transitorio. En la batuta del maestro Olives basculaban el pasado y el futuro, intentando consolidar la realidad presente que siempre es la música recién elaborada por los intérpretes.
Los aplausos sonaron largos y firmes para premiar no solo la ejecución del concierto sino también la recuperación del Ciclo.