Con motivo de la pelÃcula norteamericana “La inocencia de los musulmanes†y de las caricaturas francesas publicadas en la revista “Charlie Hebdoâ€, la ONU se pronunció por boca de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Navi Pillay, no sólo de una manera poco convincente en defensa del ejercicio de la libertad de conciencia, que ni tan si quiera menciona, y de la libertad de expresión, a la que sà se refiere, si no que el portavoz de dicha Alta Comisión, Colville, nos informó de algo que de ser cierto, y lo es, desvela una amenaza terriblemente amenazadora para las conquistas humanas en derechos y libertades. Nos informó de que en el seno del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas existe desde hace tiempo un debate sobre la necesidad de conjugar el ejercicio del derecho a la libertad de expresión y el respeto a las creencias religiosas. En marzo de 2011, el Consejo aprobó de manera unánime una resolución que establece una «hoja de ruta» para asegurar que «el ejercicio de derechos y libertades no socaven otros derechos y libertades». «El núcleo del debate es la libertad de expresión, pero también sobre la incitación al odio».
Es muy preocupante que la ONU esté buscando la fórmula para impedir el ejercicio de la libertad de expresión en nombre del respeto a las creencias. Estas amenazadoras intenciones no ponen ante el debate de la libertad y sus formas de ejercerla en el ejercicio de la libertad de expresión y de conciencia. Porque el problema no sólo afecta a la libertad de expresión sino a la libertad moral que, en mi opinión, es desde sus orÃgenes el fundamento de la libertad. Uno de los cuatro fundamentos de la libertad: el primero, que la libertad sólo es y sólo puede ser un derecho individual por la sencilla razón de que tanto la proclamación de la Declaración Universal de Derechos Humanos como los artÃculos de toda constitución democrática que, como el caso de artÃculo 1º de la española habla de “Derechos y libertades fundamentalesâ€, sólo se refieren a los individuos.
Porque los individuos y no las corporaciones, los estamentos, las multinacionales, el Capitalismo o las Iglesias y organizaciones religiosas, son los únicos que son, o pueden ser, y lo son a titulo de derecho individual, imprescriptible e ilegislable, libres. Pero esto no es un capricho de los pensadores y fuerzas progresistas es una consecuencia de la negación de la dominación moral a la que todas las religiones monoteÃstas han sometido donde han podido, cuando ha podido y donde siguen pudiendo a todos los seres humanos bajo su Poder. Convirtiendo a sus fieles en súbditos de sus dioses y por lo tanto privándoles de la libertad porque carecen del derecho a opinar, criticar, negar la moral religiosa en cuyo nombre esas religiones imponen su absoluto dominio. Existe una brutal desproporción histórica, polÃtica y social entre el dominio absoluto que han ejercido, y ejercen donde pueden, las religiones monoteÃstas, judÃa, cristianas y musulmanas, junto con el hinduismo y sus variantes filosófico-religiosas, y la reacción que se ha desencadenado por lo que es y debe ser practicado en todo momento en defensa de la libertad de los individuos: el ejercicio de la libertad de expresión y de la libertad moral.
Sólo faltarÃa, ahora, que la ONU limitara la libertad poniendo bozales a la libertad de conciencia, de pensamiento y de expresión. La ONU una organización históricamente inútil y al servicio de los cinco Poderes dominantes desde su fundación, que es una organización antidemocrática en origen porque en ella se sientan con los mismos derechos las teocracias, los dictadores y los demócratas como si aquellos pudieran decir que representan a ciudadanos, cuando están ahà porque en sus paÃses no existen ciudadanos sino súbditos, y no democrática por su funcionamiento ya que todas las decisiones, y de ahà que haya sido inútil, dependen del derecho de veto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Una organización que, en nombre de mantener la paz mundial, según los artÃculos 1º y 2º de su Carta fundacional, idealizaba la soberanÃa nacional y el buen rollo entre las naciones, protegiendo, de esa manera, a todos los dictadores, todas las teocracias, todos los enemigos de las libertades individuales. Una institución que nunca habla de individuos sino de naciones, aunque luego tuvo la grandeza de inmortalizar los Derechos Humanos, que son derechos individuales, conservado, sin embargo, el derecho a la propiedad como garantÃa de protección del Capitalismo. Una Declaración que no fue firmada y aún no ha sido firmada por todas las teocracias musulmanas que quieren hacer su propia Declaración de Derechos ajustada a la ley islámica que, por cierto, no reconoce la existencia de individuos puesto que todos son súbditos de su dios y que, por lo tanto nunca podrá formular una declaración de derechos individuales porque afirmar el derecho a ser libres serÃa negarse a sà mismos. SerÃa una revolución polÃtica y moral contra sà mismos. Porque el individuo niega, en términos hegelianos sólo que al revés, afirmando su existencia, la existencia, la autoridad y dominación de cualquier dios, de cualquier clero, de cualquier ley divina.
Hemos llegado a ser individuos porque somos polÃticamente libres, porque somos moralmente libres, según la constitución, otro tema son las leyes, incluidas las penales, aunque aún no seamos, la mayorÃa, económicamente libres porque seguimos siendo explotados por la propiedad privada de los medios de producción. Pero aún siendo nuestra libertad imperfecta, somos libres. Y hemos llegado hasta aquà después de siglos de lucha contra el monopolio moral y polÃtico de las religiones monoteÃstas que se caracterizaron, y caracterizan, por la persecución de quienes querÃan ser libres quemándolos en las hogueras. De los herejes, de los librepensadores, de los otros. De todos y de todas aquéllas que tenÃan la arrogancia, decÃan, el orgullo, proclamaban, el desprecio a sus dioses. La libertad se la han ido arrebatando los seres humanos ajirones después de duras luchas y enfrentamientos. Las revoluciones norteamericana y francesa y después las revoluciones hermanas que, no en vano, proclamaban la libertad y separaban, para confirmarlo, el Estado de la Iglesia. Las revoluciones comunistas también se liberaron de la arrogancia de los dioses que en su nombre explotaban, dominaban y esclavizaban a sus súbditos.
Pero esta lucha por la libertad moral empezó hace siglos, cuando un tal Marsilio de Padua, allá por el siglo XIV, se atrevió a afirmar en sus ensayos “Defensor pacis†y “Defensor minorâ€, que los delitos religiosos por ser su origen divino no podÃan ser juzgados por ningún tribunal humano, porque era competencia de dios allá después de la muerte. Una manera elegante de negar a las religiones autoridad ninguna en los asuntos humanos. Los humanos, y no los dioses o sus empleados a sueldo, decidimos qué leyes son las nuestras, porque sólo esas estamos dispuestos a obedecer. Entendiendo que las leyes deben proteger y garantizar la libertad estos es: el ejercicio de los derechos individuales como la libertad moral, de pensamiento, de conciencia y de expresión. Negar, con el pretexto de conciliar con los dioses, el ejercicio de la libertad serÃa dar un insoportable paso atrás. Hacia atrás en el tiempo. A favor, una vez más, de los dioses y sus amos.
Si la ONU, impulsada por los delegados en su seno de las teocracias musulmanas, cristianas y judÃas, decidiera que las libertades de expresión, de prensa y de conciencia deben ser reguladas y por lo tanto sometidas al respeto de los enemigos de la libertad: las religiones monoteÃstas, entonces, la cultura occidental, formada por el humanismo, la ilustración y la proclamación de los derechos individuales, el desarrollo de siglos enteros, podrÃa ser barrida en un solo dÃa. Ya ocurrió cuando Burke en su ensayo “Reflexiones sobre la revolución en Francia†puso en marcha, junto con Hegel, el papa PÃo VI y todos sus sucesores, la reacción clerical conservadora. Una cruzada contra la libertad.
Los enemigos de las libertades están atrincherados en las instituciones democráticas. Cuarenta años antes que Marx y luego el comunismo, el católico Lamennais expuso en su ensayo “Des Progrèss de la Revolutionâ€, que la Iglesia debÃa utilizar las libertades de la revolución y las instituciones democráticas para, desde ellas, defender y difundir el catolicismo y asà luchar contra el liberalismo. Hitler harÃa exactamente eso: utilizar la democracia para, desde dentro, vaciarla de contenido. Gregorio XVI condenó en la encÃclica “Singulari nos†la tesis del liberalismo cristiano que  Lamennais habÃa defendido en su ensayo “Palabras de un creyenteâ€. Los papas, ya en el siglo XX, en el contexto del ataque a la democracia desde posiciones totalitarias, con el rebuscado argumento de la “accidentalidad de las formas de gobierno†fomentaron, junto con el totalitarismo y en previsión de que éste pudiera fracasar, los partidos católicos populares, llamados, luego, demócratas cristianos. Hoy estos partidos están dentro de las instituciones sólo que con valores más ajustados a la doctrina cristiana que a las declaraciones de derechos.
Esos que, en ausencia de las amenazas revolucionarias que sintieron durante la “guerra frÃaâ€, quieren devolvernos a la condición de súbditos. SerÃa convertir la ONU en una nueva versión de la Santa Alianza al servicio de los dominadores, de los explotadores y de sus dioses. Ante esta amenaza observo con preocupación que ningún partido polÃtico de izquierda y ningún intelectual progresista (¿) se ha pronunciado. ¿Es que no entienden que defender y proteger el ejercicio inalienable, imprescriptible e ilegislable de los derechos individuales es proteger nuestra libertad? La libertad que hemos heredado, que debemos desarrollar y proteger y que debemos transmitir. A pesar de los dioses, contra los dioses y contra sus rayos por vengadores que éstos puedan llegar a ser. Por eso mismo, para poder vivir en libertad. Todos. Porque el silencio, hoy, nos transforma en corderos, para ser, mañana, carne de matadero.