El programa de televisión ‘El Lobo estepario‘, parafraseando a la película, crea su propia ‘Liga de hombres Extraordinarios’
La calidad de los contenidos televisivos deja, hoy en día, mucho que desear. Por eso es de agradecer que existan programas como ‘El Lobo estepario’.
Un programa en el que, las estridencias, los gritos, el hablar todos a un tiempo, los insultos, el lenguaje soez y chabacano, se dejen a un lado y se apueste por el retorno a un producto televisivo coherente, alejado del espectáculo de masas, apto quizás para una selecta minoría que sepa apreciar la artesanía de las palabras, la escultura del lenguaje, la proximidad en la relación interpersonal, la sinceridad en el contacto humano, el interés por el ser y no el parecer…
En este desierto audiovisual, en el que sólo los cactus parecen prosperar, alimentados a base de sujetos esperpénticos, que escupen aberraciones y airean sus patéticas vidas aneuronadas, de individuos moribundos culturales, existen oasis en los que prosperan especies ya exóticas y en vías de extinción, como ‘El Lobo Estepario’, que luchan por su supervivencia, se resisten a desaparecer, y reniegan del culto e idolatría a la obscenidad ética en que se ha convertido la ‘caja tonta’.
Son ya nueve los programas, a lo largo de los cuales un escogido elenco de invitados se ha ido incorporando a esta particular ‘Liga de los Hombres Extraordinarios’:
Rafael Castillejo, Rafael Castro y Carmen Horno, Áscar Egea, José Antonio Visús, Carlos Millán, Pedro Víctor Rodríguez, Roberto Barra, Georges Ward y Javier Aguirre.
Poco a poco, el agua revitalizadora de su sabiduría, de su experiencia, de su humanidad, irá calando en todos nosotros.