«Toda la naturaleza que los rodeaba era un grandioso templo adornado con ocasión de una festividad. Pero para el ciego no era más que una tiniebla inmensa en movimiento constante, que se agitaba y rugía […]«.
Página 27.
«Desde el oscuro y medio arruinado albergue con techo de paja volaba suavemente el armonioso tañido de la flauta, a cuyo encuentro iban los cantarines y potentes acordes del piano, que salían por las ventanas abiertas de la casa, resplandeciente entre el follaje de las hayas a la luz de la luna«.
Páginas 59-60.
«El niño cogió una flor. Sus dedos inspeccionaron rápidamente las hojas de la corola.
– Esto es un lirio. Y esto una violeta«.
Página 84.
«Hay criaturas que parecen predestinadas a realizar la modesta hazaña de amar en medio de penas y dificultades, personas para las que la preocupación por las amarguras ajenas constituye una necesidad orgánica, como el aire […]. La mezquindad ordinaria se postra a sus pies, e incluso la calumnia y la intriga resbalan por sus blancos vestidos como las salpicaduras de barro resbalan por las alas del cisne…«.
Página 99.
Nos encontramos ante una de esas deliciosas y perfectas obras que ha parido la Literatura rusa. Un ejemplo de ejercicio literario de un alma sensible y empática con el sufrimiento de otros, muy coherente con la propia existencia de Korolenko, defensor de minorías y de decisiones injustas y abusos de poder que llegó a pagar con seis años de destierro y cárcel en Siberia. Su nombre desde luego no tiene los ecos que Tolstoi, Chéjov o Dostoievski, pero la calidad de la novela es igualmente extraordinaria.
Las doscientas páginas en que se contiene la historia son suficientes para reunir un número asombroso de elementos bien esbozados e incluso desarrollados en profundidad, desde los celos de una madre por el amor de su hijo hasta el apego por las tradiciones y el folklore, pasando por el tema fundamental de la obra que es el desarrollo del alma del protagonista, ciego de nacimiento al que la música ayuda a madurar y empatizar con otros más desventurados que él, logrando salvarle de la autocompasión y el egoísmo vacíos a los que parecía destinado. Vladímir Korolenko se diría que quiere defender la tesis de la libertad y la voluntad del hombre por encima de ningún sino o condición que lo limite.
Como buen ruso, la psicología de los hombres y mujeres parece serle evidente, un libro abierto y transparente, una obviedad absoluta. Entiende las preocupaciones de la madre que desembocan en una sobreprotección del hijo; el alma femenina y maternal de su amiga especial; los esfuerzos del tío por convertir al niño en un hombre de provecho capaz de salir más allá de su concha de oscuridad; las amarguras del protagonista frente a la ausencia de luz y de imágenes o la exaltación de su alma ante la música sencilla pero efectiva del acervo popular.
Adicionalmente el autor muestra una gran sensibilidad a los ruidos y sonidos, como si él mismo fuera ciego. Cabe imaginárselo por campos y casas cerrando los ojos durante largos períodos de tiempo para captar todo aquello que habitualmente, atentos a las imágenes, pasa desapercibido a nuestros otros sentidos, en este caso al del oído. Valgan algunas muestras aunque hay múltiples a lo largo del libro:
«Para el niño ciego, la alegre estación no llevó a la casa más que ruido bullicioso: los raudales del agua corrían sin cesar, saltando sobre las rocas y hundiéndose en la tierra enfangada; tras las ventanas, las ramas de las hayas susurraban al chocar y al rozar los cristales, y los carámbanos que pendían de los aleros, enfriados por la helada matutina y recalentados luego por el sol, goteaban, produciendo un tictac acelerado y constante. Esos sonidos entraban en la habitación como un puñado de guijarros. A veces, en medio de aquel fragor, se distinguían los graznidos de las grullas, que se apagaban poco a poco como si se diluyeran dulcemente en el aire«.
Páginas 24 y 25.
«El luminoso día de otoño era para él una noche oscura, aunque animada por múltiples ruidos diurnos. Le llegaban desde el camino el rechinar del carruaje que se aproximaba y las alegres bromas de los jóvenes que iban a recibirlo. A su lado, los caballos, haciendo tintinear las piezas metálicas de las bridas, alargaban las cabezas por encima de la cerca hacia las hierbas altas del huerto. A poca distancia, quizá entre unos bancales, se oía una canción a media voz que flotaba perezosamente en el aire empujada por la leve brisa. El follaje del jardín susurraba, una cigÁ¼eña crotoraba […]«.
Página 158.
El profundo apego de Korolenko por el folklore y la historia de su pueblo es inmenso y queda patente en varios momentos a lo largo de la obra, no sólo al elegir su música como el vehículo que mueve y conmueve al protagonista por encima de otras composiciones musicales más perfectas técnicamente pero por ello más elaboradas, más artificiosas. El tío del protagonista, soldado terrible que persiguió los ideales de la libertad incluso bajo Garibaldi es otro ejemplo de ese amor por los valores del pueblo. Valgan los siguientes ejemplos:
«[…] desaparecidas costumbres de una antigÁ¼edad añorada. ¡Desaparecidas, pero no sin dejar rastro! De ellas hablan hasta ahora los grandes túmulos que cubren los esqueletos cosacos y donde a medianoche se encienden fuegos y se oyen quejidos sobrecogedores«.
Página 67.
«Le acompañaba el famoso poeta cosaco Yurkó, que jamás se apartaba de Kari y a quien amaba de todo corazón. La fuerza maligna que mató a Kari asesinó también vilmente a Yurkó, como corresponde a su herética fe, sin reparar en que era un ciego dotado de gran ingenio para componer canciones y tocar la bandura, cuyo sonido hubiera ablandado hasta a los lobos de la estepa, pero los herejes no tuvieron compasión de él y le mataron durante el combate nocturno. Y fueron sepultados juntos el cantor y el caballero, cuya honrosa muerte merece gloria eterna e imperecedera […].
Página 160.
La obra que, inevitablemente, me ha recordado a la Marianela de nuestro gran Galdós, muestra las facultades de una mente abierta y un corazón experimentado en el dolor y las desgracias ajenas. Como periodista, su estilo se muestra directo, sus capítulos breves; pero como «poeta» de inspiración sus descripciones de músicas y sonidos, de paisajes y temperaturas, de sufrimientos y emociones, son de una belleza sobrecogedora.
La novela se lee del tirón, casi sin aliento, pasando de un estado al siguiente del protagonista con la preocupación por su devenir y su realización personal, sin dejar de sentir la humanidad del resto de los personajes en ningún momento. Literatura auténticamente social, Literatura auténticamente veraz, escrita desde dentro pero con toda la perfección formal. Absolutamente deliciosa y Grande con independencia de su extensión.