El oficio del escritor es uno de los oficios más enigmáticos. Esto se debe en gran parte a que no responde a un perfil claro. Cada escritor tiene su forma de trabajar y de ser, su público y sus objetivos. Las comparaciones entre Henri Miller, Kafka, Dostoievsky o Hemingway nos llevan a modos de vida y escenarios totalmente distintos, gustos y estilos muy marcados. Por estos motivos, interesa conocer a la persona detrás de cada obra. En este artículo, el escritor bogotano Juan Gabriel Vázquez nos explica su percepción del oficio y nos revela algunas anécdotas importantes de su trayectoria.
Entre el impulso y el esfuerzo racional.
La primera idea que tuvo Juan Gabriel Vázquez con respecto al arte de contar historias era que su aprendizaje había de pasar por París. El motivo es sencillo: en esa gran urbe, la ciudad de las luces, estuvieron muchos de los escritores de la generación perdida. Sin embargo, estando allí se dio cuenta que París no tiene más que lo que uno lleva consigo. “Fue un desencanto”, explica el escritor colombiano porque simplemente, en esa época, no llevaba mucho consigo mismo. No obstante, ya sabía que lo suyo era la escritura. Es algo que ya había demostrado con sólo ocho años al escribir un cuento que luego fue publicado en el anuario escolar.
¿Y qué es lo que conduce a escribir y dejar plasmado en un papel todo aquello que nos rodea o que nos llama la atención? Juan Gabriel responde a esta pregunta con naturalidad: “es una pulsión”. Es algo irracional que no tiene más significado que el de respirar o moverse. La primera fase del escritor no tiene otra explicación que el de querer satisfacer una necesidad primaria, inscrita en su más profundo ser. Luego, cuando el ejercicio se mantiene en el tiempo, el escritor descubre los motivos por los que sigue haciéndolo. Esa concienciación puede ser una simple justificación o racionalización para mantener el primer impulso y extenderlo en el tiempo, así es como lo hacen los artistas y los atletas.
Uno de los motivos para seguir escribiendo es la influencia de la escritura en la sociedad y en los regímenes políticos. “Los escritores jugamos con papel y, sin embargo, es una actividad que puede derrocar a dirigentes. Por eso seguimos”. La denuncia de injusticias, la expresión de otras estéticas y realidades son algunas de las actividades que convierten el primer impulso en acto constante.
La lectura: una forma de multiplicar la existencia.
“Todo escritor empezó como un lector furibundo”, explica el autor colombiano. La lectura es la base de todo esfuerzo literario. A través de ella, se familiariza uno con las principales herramientas de la narrativa, se viaja a otras realidades y se aprende a expresar los sentimientos más profundos. Pero, ¿qué es lo que la transforma en una actividad adictiva e incluso en una obsesión? Según Juan Gabriel Vázquez, el escritor es antes de todo un lector ávido de sensaciones y conocimientos, un explorador en busca de nuevas experiencias. Con la lectura, uno se abre a otras vidas, otras voces, averigua lo que le queda por conocer, redescubre lo que ha vivido y, todo esto, sin ser juzgado. “Al fin y al cabo, es una forma de multiplicar la existencia”, explica Juan Gabriel.
Por otro lado, la lectura es un ejercicio profundamente subversivo. “Leer Ana Karenina es estar en contacto durante semanas con una mente mucho más atenta y crítica que cualquiera”, nos dice el escritor colombiano. A través de los libros se aprende a cuestionar, a indagar en el motivo de los conflictos, en las incoherencias de algunos personajes y de la condición humana en general. Sin embargo, el autor no es un defensor de la lectura como actividad provechosa. No le gustan los programas de incitación a la lectura porque, para él, leer es una actividad eminentemente personal y voluntaria que nace de la necesidad de explorar y vivir.
Metodología e influencias
La literatura puede adoptar distintas facetas, asegura Juan Gabriel. La novela, el ensayo, el periodismo o incluso la traducción son algunas de ellas, siempre y cuando el autor se aleje de las “manías” de cada ejercicio y se empeñe en hacer de ello algo memorable. Si algo caracteriza a la literatura, es que traspasa con más facilidad los límites del tiempo. Es algo duradero. Con ese motivo, es necesario desarrollar métodos que permitan transformar el primer borrador en una auténtica obra de arte y lograr los objetivos de cada escrito.
Las influencias literarias pueden ayudar un escritor en el diseño de la metodología. La tonalidad, el ritmo y las imágenes creadas por grandes figuras permiten orientarse en un proyecto de creación. Así pues, Juan Gabriel reconoce que Gabriel García Márquez no ha tenido mucha utilidad en su obra porque el realismo mágico no servía para lograr sus objetivos. No obstante, Borges, Camus, Conrad o Roth le han aportado una utilidad mucho más sutil. La gran mayoría de los escritores que reconoce como influencia son europeos o norteamericanos, sin embargo, siente una gratitud innegable para con el boom latinoamericano. Lo sigue vindicando. “Nos abrió muchas puertas”.
Lo único que una novela no puede permitirse es reproducir lo que ya sabemos, insiste el escritor. La frescura e innovación de un contenido es crucial a la hora de llamar la atención del lector. También por eso, Juan Gabriel Vázquez se considera como un autor “camaleónico”. Le gusta reinventarse con cada obra, romper con lo que ha aprendido en el libro anterior, para sorprender al lector y, sobretodo, a sí mismo porque lo más importante, sin lugar a dudas, es disfrutar de la escritura.