El hombre de traje blanco y sombrero de ala ancha abandonó la habitación 420 del Hotel Sheraton de Manchester, New Hampshire. Saludó a la camarera de pisos y le entregó un billete de 20 dólares pidiéndole que no hiciera ese día la habitación. En el ascensor se cruzó con los huéspedes de la 415 y mantuvo una conversación vacía sobre las lluvias tardías de aquel verano. Dejó salir primero a la mujer e insistió para que el hombre saliera tras de ella. Se acercó a la Recepción, pagó las noches adeudadas, las dos siguientes y dejó un billete de veinte dólares para el recepcionista, que tras mirar a derecha e izquierda se lo guardó en el bolsillo derecho de su americana. En la puerta del Hotel el portero llamó a un taxi, saludó levantándose el sombrero, abrió la puerta y acogió la propina con la profesionalidad que la situación requería.
– Al aeropuerto, por favor.
Al día siguiente la camarera de pisos gritó horrorizada al entrar en la habitación 420 y encontrarse a Julianne Smith, la actriz de moda del momento, desnuda y estrangulada sobre la cama con un pañuelo de seda rosa.