Escenarios, 50
Durante el pasado fin de semana se ha representado en el Teatro del Mercado de Zaragoza una proclama contra la guerra, en forma de parodia.
‘Pic-Nic’, que Fernando Arrabal escribió en 1962, sigue siendo una obra actual que denuncia el absurdo de la guerra a través de unos personajes ingenuos e inocentes que intercalan el contexto bélico con situaciones de la vida cotidiana. Sería una propuesta cómica si el dramático final no destrozara cualquier optimismo.
Bajo la dirección de Eva del Palacio, los cuatro actores principales, entre los que se encuentra ella misma, van desgranando los detalles de una situación simpática. Acuden a celebrar un pic-nic dominical con su hijo, que se encuentra enzarzado en una guerra, y finalmente lo comparten con uno de los soldados adversarios, dando lugar a escenas que revelan la lucidez del absurdo y lo absurdo de la lucidez.
Parecen inmunes a todos los avatares de la guerra, hasta que al final sucumben todos en una escena patética y realista. El juego que anima al optimismo durante toda la obra, queda destrozado por la brutalidad de los hechos.
Los soldados Zapo y Zepo, y los padres del primero, los señores Tepán, son elementos simbólicos que representan a la gran masa de víctimas militares y civiles de cualquier guerra, esos episodios originados por los intereses de los poderosos en los que muere mucha gente sin intereses.
El montaje es simple, pero efectivo, aunque no pudieron mostrarse por dificultades técnicas algunos de los complementos videográficos preparados, como señaló la directora al final del estreno. La actuación de los cuatro personajes principales es muy notable. Diego Morales y Héctor Astobiza, como soldados de bandos contrarios, representan la inocencia de unas víctimas a quienes la guerra convierte en protagonistas obligados de los intereses nefandos de los poderosos. Los padres de Zapo, que interpretan Eva del Palacio y Fernando Aguado jugando con la comicidad y la ironía, demuestran su larga trayectoria y su dominio de los recursos interpretativos.
La producción de la veterana compañía madrileña Morboria Teatro resulta muy eficaz en todo su planteamiento.
