El protegido. Pablo Aranda. Malpaso Ediciones
Imma, Elena y Jaime, hombre joven y frágil. No gran cosa, vive proceso de separación con un pequeño hijo de meses por medio. Representan los personajes que abren esta historia de El protegido.
La intriga narrativa se inicia con el alquiler por parte de Imma de un apartamento que tiene en Torremolinos a un árabe, Abdul, que corre la mala suerte de morir al día siguiente de haberle alquilado el apartamento. Imma, junto con Jaime, se enteran en tan corto espacio de tiempo, cuando ella llama al árabe para decirle que ha cambiado de parecer y no se lo alquila. Entonces, el hermano de la víctima le comunica lo sucedido. Jaime, este personaje insubstancial con voluntad para no quedarse con lo ajeno buenamente, que anda con la Imma desde hace unos días, junto a los quebraderos que significa el divorcio con su mujer y un hijo por medio, convence a Imma para que devuelva el dinero de la fianza a la familia del muerto. Para ello él se llega tanatorio a devolverle la fianza Karim hermano de la víctima.
Es aquí cuando se inicia la intriga de la historia que pretende ser novela policíaca, según al principio de la historia se anuncia con intriga de novela tensa. Así pasan más de medio centenar de páginas desde el inicio de la narración, juventud y madurez de los personajes que se vuelve intimista, tanto. que el lector se ve obligado e invitado por el narrador a poner voluntad e interés en cuestiones tan usuales en la vida como los amores, las separaciones, divorcios y monólogos de supervivencia.
Esto no significa que la historia que se cuenta sea mediocre, todo lo contrario, lo que ocurre es que, es mi criterio, al autor se le escurre de las manos la madeja que va creando. Ese meollo que plantea al principio descorriendo algo de misterio al surgir una muerte que levanta sospechas de ser asesinato por ajuste de cuentas dentro de ese mundo social que significa la vida diaria de la inmigración, las drogas y el racismo, que el autor no ha logrado afianzar desde el principio como se pretende en el planteamiento de la ficción de quedar entre la realidad y el deseo del propio autor: “En este tipo de novelas como El protegido no me tengo que contener, me sale así. Supongo que es por los personajes a los que tiendo, casi siempre con algún tipo de tormento. La verdad es que me gusta mover a mis personajes por el desfiladero”.
El estilo de Pablo Aranda riñe, especialmente en los primeros capítulos, reclamando paciencia al expectante lector que espera algo cansado acción. Suceden algunas cosas, sí, se plantean situaciones y se presentan personajes, pero también el narrador se enreda en descripciones y frecuencias innecesarias. El plasmar como elemento principal las relaciones humanas en nuestra sociedad del sur es el eje central de la que se narra, el escenario, el mundo en el que se desenvuelven está bien asumido, aunque cae a veces en repeticiones que podrían haber sido ocupadas por una trama más policíaca, de mayor volumen de intriga. En resumen se acepta la definición de novela policíaca, de las que no puedes dejar de leer, pero la maquinación que encierra se ve superada por el otro tema presente de la propia novela que son las relaciones humanas, como desfilan y se muestran los personajes
Pablo Aranda (Málaga, 1968) fue profesor de español y trabajador social antes de dedicarse a la escritura, y colaborador en distintos medios de comunicación como Diario Sur, el País o la cadena SER. Ha escrito La otra ciudad, Desprendimiento de retina, El orden improbable. Su novela Ucrania ganó en 20006 el premio Málaga de novela.
¿Una novela policíaca más? Puede, bien escrita, sin lograr aquello que al principio percibe el lector. Puede gustar su lectura, pero no por parte de la intriga que toda buena novela del género negro exige como elementos. Lo vengo repitiendo desde hace unos años. Tras el diluvio casi universal de novela histórica sufrido, las editoriales decidieron cambiar el sistema por el de la novela negra sin separar cantidad de calidad. Y eso que los grandes maestros del género están vivos, como si no hubiese pasado un siglo sobre ellos, año más año menos.