Histórica, excepcional, completa, exigente, ambiciosa… son algunos de los adjetivos con los que los medios de comunicación han saludado la exposición “El retrato del Renacimiento”. Esta muestra, considerada la exposición de la temporada en el Prado, abrió sus puertas el pasado día 3 de Junio en las nuevas salas de la ampliación del Museo, junto a la iglesia de los Jerónimos, dónde se podrá disfrutar hasta el día 7 de Septiembre.
La exposición es la primera en la que se aborda el tema del retrato desde una perspectiva global y abarcando la época en la que el retrato alcanzó un importante grado de madurez y de desarrollo, 200 años de historia entre 1400 y 1600 expuestos cronológicamente, con lo que se adquiere una buena perspectiva de su evolución. Desde los cuadros de muy pequeño tamaño, en sus albores, casi miniaturas, hasta los retratos de Tiziano de ms de 2 metros de altura
En esta época, el retrato adquiere un gran auge debido a la democratización que se produce en aquellos tiempos. Hasta entonces el retrato solamente estaba al alcance de la realeza, la nobleza o la iglesia. Sin embargo, en este tiempo, los artistas empiezan a recibir encargos de personas de todo el espectro social y por muy diversos motivos: retratos de amor, de familia, de luto, de ciencia, de amistad…
Son 126 obras, la mayor parte de ellas pinturas y grabados, aunque también hay esculturas, monedas e incunables con grabados de muy distinta procedencia. Los artistas, todos ellos grandes nombres del arte europeo, como Piero della Francesca, Durero, Tiziano, Jan van Eyck, Botticelli, Rafael y El Greco entre los más renombrados.
´Todos los adjetivos con los que se pueda clasificar esta exposición están sobradamente merecidos, como se comprueba después de una visita detallada. Particularmente me han llamado poderosamente la atención tres de ellos.
El primero, cronológicamente hablando es el retrato de un niño pelirrojo con un dibujo en las manos. Realizado por Giovanni Caroto hacia 1515, “Retrato de un niño sosteniendo un dibujo infantil”, destaca del resto de la muestra por la informalidad que sugiere tanto el tema como el retratado. Al mismo tiempo, el autor parece indicar un contraste entre el retrato propiamente dicho, de acentuada realidad, y el dibujo del niño, que parece su propio autorretrato, de trazos escasos y torpes. Quizás, como señala el catalogo de la exposición, Caroto pretendía sugerir, con este juego visual, que los retratos, y por extensión las representaciones, guardan escaso parecido con los que somos realmente.
El cuadro “Mary Neville, baronesa de Drace”, fue realizado en 1555 por Hans Eworth, pintor flamenco afincado en la corte Tudor. En primer plano, una oronda mujer de mirada triste y melancólica sujeta una pluma de ave con la que escribe sobre un cuaderno en blanco mientras en la otra mano sostiene un breviario o un devocionario. La profusión de detalles de este cuadro nos habla de la historia de esta mujer, de la grandeza y el prestigio perdidos de su familia. El motivo de sus desdichas se muestra en un pequeño retrato de su marido muerto, lord Drace, situado a la derecha y arriba de la mujer. Fue ajusticiado el 29 de junio de 1541, como delincuente común, por haber matado a un sirviente durante una expedición de caza. Después de muchos ruegos a la reina Isabel I, Mary Neville consiguió la restitución de los bienes familiares, hecho que celebró encargando la realización de este cuadro.
Finalmente, el “Autorretrato” de Tiziano, fechado en 1562, donde el pintor aparece retratado de perfil. Esta tipología, si bien no era desconocida en aquella época, era bastante inusual y denotaba un profundo dominio del pintor de la técnica de varios espejos para su realización. Técnicas estudiadas recientemente por un pintor contemporáneo, David Hockney, y expuestas en su esplédido libro “El conocimiento secreto”, donde relata cómo llegó a descubrir los secretos ocultos de los maestros antiguos.
La historia de la búsqueda de Hockney de este saber perdido, de las técnicas que empleaban los pintores del Renacimiento para pintar cuadros de tanta precisión y viveza es un magnífico prólogo para quien quiera acercarse a contemplar este Exposición, donde seguro encontrará varios retratos que le cautivarán como lo han hecho conmigo