Aún aceptando que parte de esa diferencia radique en los distintos niveles de productividad, es evidente que un porcentaje tan elevado debe de incluir otros aspectos que habitualmente no son tenidos en cuenta, pero que están condenando a España, como país, a seguir en la segunda división europea y mundial.
Porque en un mundo tan competitivo como el actual se necesitan salarios de eficiencia que puedan llegar a competir con los salarios de otros países, para que el mercado interno consuma y genere crecimiento económico interno, que, una vez satisfecha la demanda nacional, pueda explorar nuevos mercados y seguir, así, con la pirámide de crecimiento tradicional.
Comencemos la explicación por los diferentes niveles de productividad entre España y el resto de Europa. Durante muchos años, el motor de la economía española era la construcción, con trabajos de baja cualificación y, por tanto, salarios bajos. En el otro extremo estaría, por ejemplo, Alemania, con la industria como motor de su economía, y, por tanto, con trabajos de alta cualificación y salarios altos. Es evidente, entonces, la necesidad de promover sectores de elevada cualificación para los que sí que hay personal cualificado en nuestro país, ahora en trabajos de menor rango.
Pero también hay que hacer una crítica de nuestra legislación laboral. Excesivamente rígida y fomentadora de la precariedad laboral, no promueve la eficiencia en el trabajo, sino las posiciones acomodaticias, con elevados costes fijos para las empresas que impide que puedan derivar sus costes hacia el salario. Ello provoca que incluso los trabajadores de alta cualificación obtengan un salario muy bajo, amén de encontrarse en permanente precariedad.
Y, por supuesto, hay que retomar el debate sobre la movilidad laboral de nuestros trabajadores. España quiere vivir en el siglo XXI, pero con la cultura del siglo XX. Los trabajadores deben de estar dispuestos a cambiar de lugar de residencia en función del trabajo, y para ello deben de encontrarse con una administración dispuesta a fomentar el alquiler de viviendas, en detrimento de la compra, flexibilizando los contratos e incrementando la desgravación, además, claro está, de facilitar servicios públicos de cuidados de niños.
Sin una mejora en la productividad de los trabajadores, una flexibilización de la legislación laboral y una mayor movilidad de los trabajadores, España seguirá abocada a esta gran diferencia de salario medio con respecto a nuestros socios comunitarios.
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