Uno siempre está buscando una excusa para adentrarse entre los fantasmas del pasado y así compararlos con los sentimientos que puedan producirme ahora.
Un buen fantasma es el festival de Eurovisión, casi siempre en blanco y negro, y que conseguía emocionarme, cuando no consternarme, ante las votaciones de cero points.
No recordaba algo, que según me cuentan, ya ocurría en aquellos tiempos, y que sigue pasando ahora. Me refiero a los votos por cercanía física y emociones similares. En la actualidad existen dos grupos principales de generadores y receptores de votos: Los países del norte de Europa y los del Este aunque fijándonos más, seguramente encontraremos más grupitos. En cuanto a los del sur de Europa, los pobres, tienen otras cosas más importantes en que pensar.
Es difícil creer que votemos a nuestros vecinos, aunque la canción sea mala y dejemos sin votar las de mejor calidad.
Se suele etiquetar a los países de tradición católica como mas trileros y amantes de la trampa. Se comenta que los que se cuelan en las colas o trampean con los impuestos son tratados como espabilidados y gente de saber buen vivir. Un país luterano avergonzaría inmediatamente la conducta si es que no era uno denunciado a la justicia.
Ver que los países luteranos votan a los «amiguetes» en vez de a la mejor canción me tranquiliza. La injusticia de la subjetividad es un fenómeno tan laico como cerebral y que poco tiene que ver con las religiones.