Occidente, con su materialismo, se ha comido al mundo, pero le está siendo imposible digerirlo. Por tanto, se está convirtiendo en un organismo cada vez más enfermo, tanto por su exceso de materialismo como por su glotonería.
No es tarea fácil explicar por qué el pensamiento materialista ha llegado a ser un pensamiento filosófico y un paradigma científico, que, a la vez que fundamenta un sistema económico como el neoliberal, se convierte en conductismo psicológico, en pragmatismo político, en religión institucional y en horizonte existencial de muchas vidas. También, en verdugo de la inteligencia. Es una hidra de mil cabezas y todas ellas destructivas.
Tampoco es fácil agotar los argumentos acerca del proceso y por qué de este modo de pensar, de organizarnos, etc, tan ramificado y a la vez globalizado, ni de cómo nos conduce al desastre sumiéndonos en la paradoja del individualismo gregario. Ahora bien, si algo resulta fuera de toda duda es que nos hallamos inmersos en un tipo de civilización donde el becerro de oro ha terminado por triunfar para edificar paraísos fiscales de minorías tanto como infiernos sociales para mayorías.
A lo largo de un proceso de miles de años ha ido adquiriendo forma y ramificando sus aspectos lo que en un principio, si consideramos el lado espiritual de la vida, fue un acto de rebelión contra Dios en los planos elevados en que nos hallábamos como seres puros. Dirigida por espíritus dotados de tanto poder que consiguieron atraer hacia sí a muchos otros, la mayoría inmensa de los seres devenidos a humanos fuimos convencidos de que era posible un Universo paralelo al divino, dotado de leyes propias y opuestas a las del Creador. Eso debería conducir a la destrucción de Su obra. Se pretendía conseguir que los átomos espirituales de todo lo creado giraran en sentido inverso para modificar así por completo la estructura de la Creación y disolverla en el éter original para tener un nuevo tipo de Creación con un poder compartido con Dios al que se quiere mirar de igual a igual o por encima. Algo de eso es lo que mueve actualmente la investigación genética y el deseo de muchos científicos de modificar la Naturaleza a la que consideran imperfecta porque quieren ser dioses y re-crear el mundo.
Y ese pensamiento, el pensamiento de la Caída, nacido de la no aceptación de la Ley del Creador por parte de altas jerarquías espirituales y sus seguidores, fue, por tanto, una rebelión contra el Uno, la Unidad, que conduciría inevitablemente a la división y separación. Esta fragmentación de la totalidad en partes alejadas entre sí que pretenden ignorar el Todo metidos en su pequeña parcela irrisoria, la veríamos crecer a lo largo de la Historia por un sector de los rebeldes que nunca se arrepintió y tomó la Tierra como base de operaciones. No es dificil percibir quiénes son viendo sus obras.
Por todo ello es fácil encontrar la fragmentación de todo, miremos donde miremos, incluídos los conocimientos. Este hecho ha marcado la historia de la humanidad de tal manera que hasta premios Nóbel de Física como David Bohm, siquiatras, como S. Grof, y muchos otros investigadores lo consideran un importante obstáculo para la evolución en todos sus aspectos, incluido el lenguaje mismo, como sugiere David Bohm.
Bibliografía :
“Origen y formación de las enfermedades”, de Vida Universal (Edit. La Palabra)
“La totalidad y el orden implicado”, de David Bohm, Edit. Kairós.