Por José Yorg, el cooperario.
Vivo en un barrio marginal de la ciudad capital de Formosa, cumplo funciones en una escuela enclavada en un barrio marginal, así que creo que sé de lo que hablo cuando hablo de pobreza, marginación.
La canción que nos regala Teresa Parodi y que nos habla de la desesperanza en que muchas veces la gente pobre se envuelve: “¡Ay cómo sufre la gente pobre, calamidades manté le suele pasar al pueblo ayé José!
Pero… ¿es que acaso esas calamidades no pueden ser erradicadas?
La civilización actual ha desplegado en grado elevado las ciencias y desarrollado las tecnologías más sofisticadas por lo que entonces la pobreza no se corresponde con ellas, máxime existiendo el remedio social llamado “cooperación”.
América Latina, doliente, cansada de injusticia social espera redención social y económica, en ese innegable escenario mi planteo no es cuestionar a éste o aquel gobierno. Mi tarea, lo repito, como educador y cooperante, es persistir en este compromiso de reflexión colectiva y difundir conocimientos adquiridos en la Universidad y los alcanzados por experiencia e investigación sociológica acerca del por qué de la relación entre excluidos-absolutistas.
La cooperación organizada surgió en una etapa de la humanidad como reacción a tanta humillación inmisericorde de explotación de los… ¡hijos de Dios!
Presto atención al examinar las justificaciones a la que recurren los responsables de impulsar el bien común y el bienestar social-económico y no cumplen esa responsabilidad, con el objetivo de examinarlos a la luz del sentido común y compruebo reiteradamente cómo repiten formulas y teorías que sólo ellos comprenden por lo enmarañado de sus exposiciones.
La pobreza, genéticamente constituye una injusticia social, procede de ella, pero además es la evidencia de la intolerancia y la mediocridad para resolverlas por medios pacíficos, participativos y consensuados.
Transitaremos el año de 2011, año víspera al Año Internacional del Cooperativismo (2012) instituido por la Organización de las Naciones Unidas-ONU-, que plantea firmemente a los gobiernos que “aprovechando y desarrollando plenamente las posibilidades que tienen las cooperativas de contribuir a la consecución de los objetivos de desarrollo social, en particular la erradicación de la pobreza, la generación de empleo pleno y productivo y una mayor integración social”
“Alentando y facilitando el establecimiento y el desarrollo de las cooperativas, incluso adoptando medidas para que las personas que viven en la pobreza o pertenecen a grupos vulnerables, incluidos las mujeres, los jóvenes, las personas con discapacidad, las personas de edad y las personas indígenas, puedan participar plenamente, de forma voluntaria, en las cooperativas y atender a sus necesidades de servicios sociales”
Para facilitar tales nobles propósitos pide la ONU a los gobiernos contemplen “medidas apropiadas para crear un entorno propicio y favorable al desarrollo de las cooperativas, entre otras cosas, estableciendo una asociación efectiva entre los gobiernos y el movimiento cooperativista”.
Entonces, la pobreza es superable, claro que a cambio de ejercitar una verdadera democracia donde la tolerancia a la pluralidad de ideas y pensamientos sea concreto, puesto que no se trata sólo de pensar, sino de poder efectivamente llevar a la realidad esas ideas que son armónicas y complementarias. Porque cuando los gobernantes cuestionan otros pensamientos, otras ideas que no sean las que ellos sustentan, tienden a cercenar incomprensiblemente.
Sépase que estas no son simplemente ideas alejadas de la realidad, sino parte de la construcción de un mundo mejor sostenido por las experiencias que aquilata el movimiento cooperativo universal en aporte y contribución a la organización de la sociedad sobre bases de equidad y justicia social, tal como nos alecciona Martín Fierro: “…NO ES PARA MAL DE NINGUNO SINO PARA BIEN DE TODOS”.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!