La poesía de Adriana Bañares es un cuchillo en un campo de rosas rojas, su lírica arremete contra todo lo establecido, incluso contra ella misma con palabras usadas a modo de súplica y condena. La educación que recibió de joven le sirvió para afilar una espada que no cesa en su empeño de cercenar conciencias en este mundo plagado de publicidad e insultos hacia el ciudadano de a pie. Que menos que zambullirse en la poesía de esta joven poeta que carga con dos libros más a sus espaldas, La niña de las naranjas (Ediciones Emilianenses, 2010) y La involución crítica (Origami, 2011) para darse perfecta cuenta de que el talento y la experiencia no siempre van cogidos de la mano. En su tercer trabajo, Engaño Progresivo (Fundación Jorge Guillén, 2012), Adriana vuelve a la carga combinando la prosa con la poesía convirtiéndolas en una joya de 60 páginas que se lee del tirón, pero que no deja indiferente. Algunas de sus frases son verdaderos estandartes poéticos que enarbola una joven poeta que ha sabido aprender de la vida y de las palabras.
Saber conjugar la poesía junto a los miedos más ocultos, los recuerdos de infancia y el, en algunos casos, desafortunado amor, no es tarea fácil y menos para una poeta que ha querido hallar la absolución en la literatura. Redimirse mediante la poesía nunca ha sido tarea fácil. En el poema ‘La primera piedra’ nos podemos dar perfecta cuenta de ello; ‘El cielo hoy…Se adentra en mis ojos, sólo veo frío; se clava en mis uñas, todo tacto es amargo; se posa en mis zapatos, pesado, hasta hundirme en el suelo, hasta la cintura, esperando a que alguien lance la primera piedra”. Se puede apreciar en estas palabras un ansia de revelación y un profundo deseo de renovación, espoleado por unas palabras extremadamente duras pero bellas a su manera, que esperan el impacto de la primera piedra que golpee sin remedio a aquellos que se hunden lenta y sosegadamente en la charca del conformismo.
Engaño progresivo es un alzamiento en pro de todas aquellas mentes aletargadas que no se atreven a levantar la vista y a su vez es también un grito de libertad y rebeldía con el que muchos podrán sentir una cierta afinidad. Sin duda, su autora, da buena cuenta de ello.