Cultura

Entre el Cauca y la carretera: un crudo ejemplo de monólogo

Escenarios, 17 

Entre el Cauca y la carreteraConcluyó la temporada el Teatro del Mercado con un espectáculo de La Barricada Teatro que ya había girado por otros escenarios: ‘Entre el Cauca y la carretera’. Esta denuncia, sabiamente construida por Carolina Mejía y Carlos Grassa Toro, interpretada por la primera, que también la dirige, cala hondamente en el espectador, no sólo por la enjundia del tema sino también por la excelente puesta en escena, el ritmo de la acción y el equilibrio entre los elementos racionales, los sociales y los emocionales.

La obra retrata una situación real que se da en un lugar concreto de Colombia, pero que se puede extrapolar a otras zonas y países del ámbito iberoamericano: la prostitución infantil. Niñas y niños a partir de los ocho o nueve años venden sus cuerpos a gente de paso, en esta ocasión camioneros, para poder comer, para ayudar a sus familias o para satisfacer un capricho, como comprar un móvil; son hombres que no han de esforzarse en la búsqueda, porque encuentran esa oferta a pie de ruta,  en este caso  la carretera Panamericana que atraviesa el país.

El espectáculo se centra en la vida de Leydy Johanna Zapata, a quien su propia madre ha inducido a la prostitución. La muchacha vive de ilusiones y esperanzas, sueña con un futuro estable en la ciudad, intenta dedicarse también al consultorio sentimental, cuida de uno de sus hermanos menores y está dispuesta a lesionarse con tal de conseguir sus propósitos. Todo ello envuelto en una situación de religiosidad ritual que provoca contradicciones lacerantes en el ánimo de la protagonista.

Los recursos expresivos de Carolina Mejía son amplios y consistentes. En ningún momento se hacen tópicos, a pesar de algunas reiteraciones necesarias. Los movimientos escénicos están muy bien estudiados, lo mismo que los cambios de vestimenta. La banda sonora, que recibe a los espectadores con el rumor del río Cauca en cuyas proximidades sucede el episodio, apoya en todo momento la acción, sin agobiarla.

El tono, el acento, el lenguaje y sus giros específicos dan una gran verosimilitud a la intervención de la artista, que realiza su monólogo de forma perfecta. Una lección dentro del género monólogo, que algunos confunden con una sucesión de situaciones inconexas o una retahíla de chistes fáciles. Aquí el tema es serio, muy serio, pero también pueden hacerse monólogos divertidos respetando unas normas básicas.

El drama de la joven Johanna Zapata, que la protagonista aminora de algún modo con su espíritu lúdico y esperanzado, impacta en el espectador, sobre todo si se conoce la situación real en esos ambientes o se investiga a posteriori.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.