Planeta ha publicado este año Virginia o el interior del mundo, una nueva novela de Álvaro Pombo, ajena a modas, a estilos y a corrientes o presiones de formatos superventas. Bucear por ella no es fácil, como no lo es hacerlo por el interior de cualquier persona por cercana que nos resulte. Quizá el autor quiera darnos algunas claves para no naufragar o encallar en los corales de este fino mundo interior tan marino, tan casi finisecular.
– ELLIBRPENSADOR: ¿Cuál sería la primera indicación, señal o símbolo que les recomendaría a los lectores de Virginia o el interior del mundo?
– ÁLVARO POMBO: Los lectores de Virginia deben tener presente ante todo que se trata de un retrato del mundo intencional (conciencia interior) de una mujer joven de la alta burguesía santanderina de principios del XX que ha perdido a un novio de quien estuvo muy enamorada y que se empecina en su largo duelo, que no comunica a nadie porque no quiere ser consolada. El ambiente santanderino de principios de siglo de las familias acomodadas sirve de marco para esta personalidad excéntrica y su largo y obstinado duelo
– EL: Virginia, la virgen protagonista, por cuyas olas internas deja usted navegar al lector, sufre una disyuntiva muy actual, la negación a madurar, a dejar el pasado atrás. ¿Es esa una maldición que empieza con el siglo XX y la ociosidad de la tercera generación de la burguesía o tiene raíces más profundas en la Historia del hombre?
– AP: Depende de lo que entendamos por madurar. En el caso de Virginia hay maduración intelectual junto con un rechazo de su sociedad acomodada. Hay también un insensato rechazo de un nuevo pretendiente, a quien admira y estima pero de quien no logra enamorarse. Mantenerse aferrado a un primer amor trágico, ¿es simplemente inmadurez afectiva? Virginia es un personaje contradictorio y excéntrico, pero a mí me cuesta trabajo decir que es inmadura. Más ahora mismo, que con esto de los amores líquidos todo el mundo ama y desama a gran velocidad muy inmaduramente en mi opinión. Lo de “amor de críos, agua en un cesto” podría aplicarse a las uniones de hoy en día, tan solubles una en otra.
– EL: El Santander de principios del siglo XX. Un ambiente delicioso y burgués para una decadencia interna, ¿por qué esta ubicación, por qué este momento de nuestra crónica?
– AP: Porque yo soy de Santander y conozco esa ciudad y ese tiempo relativamente bien a través de viejas historias familiares de mis padres, tías y abuelos.
– EL: Hay cinco personajes complementarios en la novela, con su peso específico dentro de la obra. El resto del mundo apenas son ecos que no resuenan casi en las profundidades de la protagonista. ¿No cree que el ambiente tiene algo de obra teatral, de intimismo de salón de lámparas?
– AP: Bueno, yo soy un escritor, en gran medida agorafóbico, con tendencia a reproducir circuitos cerrados y situaciones circulares. He escrito también novelas que no siguen esta estructura, pero sí es cierto que ésta última es muy centrípeta.
– EL: ¿Cómo llegó a los Bárcena, ese matrimonio tan especial, tan contradictorio, tan propio para una caricatura?
– AP: Llegué a los Bárcena como consecuencia directa de la inspiración divina. No son del todo caricaturas aunque hay una caricatura del espiritismo en general y de la pretensión de trascender los límites de la muerte. Pero incluso eso, que está tratado humorísticamente, corresponde a un tratamiento realista de personajes verosímiles para la época que describo.
– EL: ¿Qué representa el espiritismo y la ausencia de fe en la obra?
– AP: Se representa sencillamente a sí mismo. No hay lección moral en esto.
– EL: Podría decirse que hay una batalla entre el materialismo representado por el doctor y el espiritismo representado de forma algo bufa por los Bárcena pero creído por las personas humildes como Manuela. ¿Debate en las alturas ahora que las ideologías políticas están muriendo de inanición?
– AP: El debate eterno es: “Vuelve el polvo al polvo, ¿vuela el alma al cielo/ ¿Todo es vil mentira podredumbre y cieno? No sé pero hay algo/ que explicar no puedo/ Qué tristes qué solos se quedan los muertos”
– EL: El estilo es pausado, los párrafos largos, reflexivos, se extienden a veces a lo largo de dos y tres páginas. ¿Cómo cree que acogerá el público esta literatura frente a la rapidez de acontecimientos marcada por el nuevo estilo de novelas de usar y tirar que tienen tanta tirada?
– AP: Confío y espero que el lector inteligente saboree mi manera de escribir. Yo también sé escribir rápido y con dramatismo, pero he preferido hacerlo de esta manera, como un adagio continuado, en esta particular novela.
– EL: ¿Qué temas son los que en realidad interesan a Álvaro Pombo? ¿Qué le impulsa a escribir estas obras en prosa?
– AP: Me interesa la muerte, el análisis de la conciencia. Me sale natural contar cosas. Toda mi vida he contado cosas. Es lo único que realmente sé hacer.
– EL: Y hablando de prosa, usted se ha definido algo así como un escritor rápido para las novelas y lento para la poesía… ¿Qué o quién gobierna esos ritmos? ¿Usted manda sobre los géneros o son los géneros tiranos con usted?
– AP: No hago grandes distinciones entre prosa y poesía yo. Visto desde dentro no hay diferencia para mí. Visto desde fuera, publico más novelas porque son más comerciales.
– EL: Es curioso que nuestra actualidad literaria vuelva continuamente los ojos a Rilke. ¿Qué puede darnos Rilke a día de hoy?
– AP: No sé. Yo llevo haciendo una obra muy rilkeana hace muchos años. No estoy muy al tanto de la actualidad literaria española.
– EL: ¿Se arrepiente de alguna obra de su estantería personal o uno nunca puede arrepentirse de los hijos propios que tanto cuesta parir?
– AP: No. No me arrepiento de nada. He escrito muy deliberadamente lo que he escrito. Soy responsable de todo ello y ahí está.