Cultura

Entrevista a John Salazar. Un escritor de dulzuras.

John Salazar

                Recientemente reseñábamos una novela corta de John Salazar, autor de origen colombiano, El último mono de la baraja, de sencillo estilo, pero de complejo fondo e inquietante lectura social. Unas cuantas páginas para hacer examen de conciencia en más sentidos de los evidentes. Durante la enriquecedora lectura, interesante también para homosexuales que buscan escenas eróticas descritas con dulzura y claridad, nos surgieron algunas preguntas que hoy le planteamos a John:

 

 

 

                ELLIBREPENSADOR: Para ir rompiendo obviedades o por desmontarlas, ¿a quién has dirigido tu libro? ¿En qué lectores pensabas?

                JOHN SALAZAR: Sí, evidentemente he escrito esta novela pensando en un publico gay, pero sólo en primera instancia. Las escenas eróticas son  únicamente un anzuelo para atrapar ese público que piensa que mi novela es sólo “Una historia plena de morbo, mestizaje y sexo” pero poco a poco intento ir atrapándolo  para poder contarle otras cosas que tenía en mente y quería decir, sin tener en cuenta con quién prefiere acostarse cada cual. También estoy seguro que si una mujer u hombre que se hace llamar heterosexual la lee sin prejuicios, descubrirá muchas cosas interesantes, y a lo mejor logro sorprenderlos.

 

                EL: Esa dulzura de Áscar, tu protagonista, me recuerda la de los co-protagonistas de La virgen de los sicarios, ¿casualidad?, ¿característica común de colombianos?

                JS: Es un halago muy grande el que compares mis personajes con los de Fernando Vallejo, a quien admiro muchísimo.  Pero sí, yo creo que una de las cosas que caracteriza a los hispanoamericanos es la dulzura, tanto los hombres como las mujeres. Algo que se nota desde el principio en el acento cariñoso con el que hablan a diario. Todo aquel que ha tenido la oportunidad de ir a Colombia, sin ideas fijas preconcebidas, se da cuenta de que lo mejor que tenemos es la  gente: agradable, dulce y hasta empalagosa. Desafortunadamente las excepciones son las que salen por la televisión.  Y a los colombianos que viven en España se les da pocas oportunidades para mostrar cómo son verdaderamente y expresar sus sentimientos.

 

 

                EL: Hay fragmentos poéticos (aunque nunca sin peder la senda de la prosa) en tu novela, tanto para la rememoración de la tierra natal del protagonista como para la descripción de Madrid o la pintura de sentimientos. ¿De dónde sale esta fuente metafórica, esta cariñosa forma de escribir por momentos?

                JS: El fruto no sabe de dónde viene la sabia que lo alimenta (frase construida que me gusta mucho) La verdad es que desde el principio yo me enamoré de Oscar y lo quise como a un hijo, y cuando le sucedían todas aquellas cosas terribles, intentaba endulzarlo con la palabra para hacerle más llevaderas sus desgracias. Lo que sucede es que en el fondo, muy en el fondo, soy una buena persona.

 

                EL: ¿Por qué castigas tanto al personaje al que nos has hecho querer tanto antes?

                JS: Por lo mismo, porque lo quiero demasiado. “Sólo con el tiempo, cuando se canse de él, lo abandonará a su suerte y a la falta de acontecimientos para que muera de inercia”.  Cuanto más se sufre,  más se vive, se aprende y se aprecian los triunfos. No es sadismo, es una verdad que a veces no entendemos.

 

                EL: ¿Crees que España es muy dura con los emigrantes? ¿Depende de la nacionalidad o la cantidad de sangre indígena en sus venas como parece plantearse en la novela? ¿O en comparación con otros países puede decirse que somos menos “brutales” con los que vienen de nuestras “antiguas colonias”?              

                 JS: Esto no tiene que ver con la inmigración ni con la sangre de cada cual, sino con la forma en la que la sociedad actual valora a los individuos basándose en su aspecto físico. No es nada nuevo ni un secreto que para aquellos que no cumplen con los cánones estéticos establecidos es mucho más complicado conseguir sus objetivos. Y desafortunadamente, como digo en la novela,  la estética indígena no se lleva. Y si a una persona sólo se le ve como “un machupichu o un panchito”, pocas oportunidades se le van a dar para demostrar sus cualidades y capacidades.

 

                EL: Se afirma en la obra que lo mejor sería librarnos de las etiquetas sexuales y disfrutar de nuestro deseo sin limitaciones. Algunas autoras, por ejemplo, han defendido el lesbianismo como opción política. Algunos medios de comunicación han mezclado rasgos para vender. El marketing ha creado al metrosexual, ya superado por otros conceptos que sin embargo no cuajaron… ¿Se mezclan churras con merinas? ¿No crees que se le da demasiadas vueltas a la teoría en detrimento del disfrute?

                JS: Indiscutiblemente. ¡Con lo bien que lo pasaríamos sin tanta retórica! El caso es que todos los problemas de discriminación y fobias se acabarán sólo el día que dejemos de clasificarnos por los gustos particulares. Desafortunadamente algunos han descubierto aquí un filón para ganar dinero, y la economía manda.

 

                EL: ¿Qué es lo que más te ha gustado al releer tu obra? ¿Con qué te sientes más satisfecho?

                JS:  Me gusta el final. Después de muchas peripecias llegar de la mano de Oscar a un lugar donde la única y mejor opción es decir “amén” y dejarse llevar por el viento.

 

                EL: En tu libro se puede leer algo así como que los homosexuales no son más promiscuos sino que sencillamente, como hombres, dejan fluir sus deseos sexuales, mientras que los heterosexuales no pueden cumplirlos porque las mujeres “no están por la labor”… ¿algo que mantiene el personaje o el autor?

                JS: Ambos. Y hay que entender a las mujeres, porque no es que los hombres dejan fluir más sus deseos sexuales porque sí, sino que con tres o cuatro minutos en un baño o bajo una escalera tienen suficiente; todo sin ataduras ni compromisos.  En cambio, las mujeres necesitan, físicamente, más. Y para prestarse a la satisfacción de otro y quedar a medias, tiempo les sobra. Las mujeres no son tontas, y si su chico quiere algo, también tiene que darlo, aunque tenga que gastarse su tiempo.

 

                EL: También eres autor de guiones cinematográficos. ¿Cuál es para ti la principal diferencia entre la novela y el guión de cine?

                JS: La novela me da libertad total. Cuando escribo narrativa no tengo que pensar en presupuesto, producción, censuras ni factibilidades,  como debe hacer un buen escritor de cine en este país con los pies en la tierra. La suerte de Spielberg y Amenábar no la tienen todos.  En cambio, cuando estoy escribiendo una novela sólo tengo las limitaciones que yo mismo me quiera poner. Por eso me gusta el narrador omnisciente, aunque últimamente se le critique, pero yo creo que la sociedad y el entorno nos pone ya bastantes limitaciones  como para que uno  mismo, como escritor,  se ponga más. 

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.