Cultura

Entrevista a José Luis Serrano. La sensibilidad birmana.

José Luis Serrano. Fotografia de Pepe Abascal.

José Luis Serrano. Fotografia de Pepe Abascal.

Hace semanas reseñábamos esta emotiva y vibrante obra de un amor que no fue y se realizó pudriéndose en su falta de corporeidad. Un tema muy poético y muy antiguo: el amor que tiene miedo de declararse, que se siente no correspondido y prefiere no revelarse, cediendo al miedo de ser rechazado y romper el encantamiento. Sin embargo, la tradición se renueva como cada primavera que, con sus nuevas flores, no emula a la anterior, es sencillamente Primavera, como cada amor es Amor y sigue los parámetros del hombre y sus sentimientos: asiáticos, europeos, hombres, mujeres, homosexuales, heterosexuales… el sentimiento y el enamoramiento son universales. Y el miedo a no ser amado es una constante en el ser humano.

Ellibrepensador: Vaya la primera pregunta, maliciosa siempre, según una regla no escrita de este entrevistador: ¿no te da miedo haber nacido en el mundo editorial con una obra tan emotiva, que puede haber puesto el listón de las expectativas de los lectores demasiado alto, pensando en tu siguiente obra?

José Luis Serrano: Como lector, creo que siempre deberíamos poner el listón alto. Como escritor, me preocupaba eso que dices, que las opiniones, el recibimiento de Hermano, afectaran a mi segunda novela… así que, la segunda novela ya estaba prácticamente terminada cuando se publicó Hermano. Lo hice conscientemente. Tuve dudas con Hermano, no sabía si merecía la pena que se publicara. Sin embargo, estoy contentísimo con la segunda (“Sebastián en la laguna”) porque es mucho mejor. Eso espero.

El: ¿Por qué Birmania? Se comenta desde el principio que el libro puede tomarse como una especie de obra de viajes camuflada de novela o a la inversa. Sin embargo mi sensación es que el paisaje, por hermoso que resulte, no adquiere un protagonismo suficiente como para dar lugar a la duda.

JLS: Birmania es casual, podría haber sido Tailandia, Vietnam o Marruecos. Desde luego no Francia ni Inglaterra. Las dudas las tiene el propio protagonista porque no sabe qué está escribiendo, no sabe qué va a salir. Por eso empieza hablando sobre la esposa de Alfred Nobel y acaba escribiendo sobre un muchacho birmano. El paisaje forma parte del muchacho y el muchacho del paisaje.

El: Uno de los grandes aciertos de la obra es presentarnos al objeto del amor/deseo como un sujeto con sus características positivas pero también con sus miserias humanas: el tipo de relación que tiene con su novia, su deseo de presumir de tener un cliente europeo…Construyes una persona, más allá del personaje que la exageración poética del enamorado dibuja inicialmente. ¿O me equivoco?

JLS: Es un mecanismo de defensa, pero no funciona bien en general, a mí no me funciona y al protagonista me temo que tampoco: nada mejor que ver los defectos del ser idealizado pera desenamorarse. Nada más frustrante que ver que esos defectos te enamoran aún más. Es un horror.

El: El protagonista no se atreve nunca a despejar la duda, a ponerle nombre a sus sentimientos frente a ese ser que lo ha fascinado. ¿Es cobarde o sólo prudente, o sensato? Dice que se ha «insinuado» sin obtener respuesta a sus esfuerzos por hacerse evidente, pero no usa las palabras o los gestos directos.

JLS: El protagonista tiene una regresión a su juventud: el problema es el mismo, le está pasando algo precioso, tan bonito que incluso le basta con que siga así siempre, pero sabe que si le pone nombre, desaparece, como una pompa de jabón que explota con el más leve soplo de aire. ¿Es cobarde? Supongo que sí. Pero si es prudente o sensato es por el muchacho, no por él mismo. Teme que le pase cualquier cosa cuando él se vaya.

El: Hay una parte del libro, hacia el final, que recoge noticias del mundo sobre el maltrato, el asesinato y la injusticia cometidas contra homosexuales. ¿Cuál es el objetivo de este paréntesis y como entronca con la historia relatada? ¿Has querido tomar la bandera activista y mostrarle a los lectores cuánto queda por hacer?

JLS: Un lector me dijo que el protagonista aún no se explica el silencio entre ambos y que en el avión, al leer los periódicos se acuerda de que el mundo es tremendamente cruel con los que son como ellos, como yo. Y que queda mucho por hacer. Me gustó esa vuelta a la realidad con los periódicos del avión porque el capítulo está escrito copiando y pegando titulares de periódicos uno detrás de otro. Me satisfizo tanto que a todo el mundo le digo que sí, que son los periódicos que el protagonista lee en el avión de vuelta.

El: Ante tanta poesía y ardor emocional, ante el enamoramiento «salvaje» del protagonista, un amigo suyo, malhablado, malicioso y lleno de ingenio pone el contrapunto de tarde en tarde, haciéndonos saltar de la lágrima emocionada ante un bello hombre que duerme, sudoroso y agotado y otro hombre que lo contempla con entrega… a la carcajada inevitable ante la mordacidad tosca y basta de un hombre de pequeña ciudad de provincias con una mala leche que roza lo drag. ¿Salió espontáneamente o fue planeado desde el principio?

JLS: Fue planeado, me encantaba el personaje (yo soy muy así también a ratos). Tenía tanto miedo de volver a escribir “La pasión turca” que lo necesitaba. Me daba miedo caer en la cursilería, el límite es muy frágil. Pero me encanta caminar al borde del precipicio, siempre lo hago. Ese personaje era una red.

El: Este personaje, curiosamente, está leyendo la obra de Proust, ¿hay una ironía en ello o has querido decir que bajo el personaje y la máscara que toda persona se crea frente a los demás, siempre hay una profundidad insondada, inexplorada y recóndita?

JLS: Soy muy malo juzgando a la gente, me equivoco enseguida. Por eso no soporto los prejuicios, así que no, no hay ironía: la deslenguada lee a Proust. Todos deberíamos leer a Proust porque Proust lo escribió todo. Además, pese a lo que parece, es muy fácil leer a Proust.

El: Los pies del conductor birmano que lleva al protagonista por todo el país llegan a ser un punto de atención, un poema dentro de la obra (en prosa, pero un poema). ¿Abarca el amor todo lo que conforma el hombre, el cuerpo, la reflexión, el sentimiento, desde el mechón de pelo hasta las uñas de los dedos? ¿O se trata de un fetichismo concreto?

JLS: Es curioso porque veo que es un tema recurrente en lo que escribo: una especie de panteísmo que hace que te enamores de todo, de un boli con la capucha mordida, de unos pantalones arrugados en el suelo… No soy fetichista con los pies porque no me gustan los pies de los europeos. Si viviera en Birmania otro gallo cantaría.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.