Cultura

Entrevista a Luis Racionero: un renacentista en busca de la esencia femenina.

            Luis Racionero, autor de peso, vuelve a las librerías, para fortuna de todos. Hablábamos hace unas semanas de Sobrevivir a un gran amor, seis veces y lo hacíamos para elogiar el dominio sobre el verbo que tiene este escritor sin pelos en la lengua, que tanto sabe y que tan generosamente lo comparte con sus lectores. Gran conocedor del renacimiento italiano, biógrafo de Leonardo da Vinci en la ficción y en la biografía que traspasa los meros hechos vitales, magnífico ensayista premiado en distintas ocasiones nos atiende hoy en Barcelona.

Luis Racionero

Luis Racionero

 

            Ellibrepensador: ¿Qué se siente al verse de nuevo en el ojo del huracán de las librerías?

            Luis Racionero: Siempre se siente satisfacción cuando a uno le publican y a los lectores les gusta. Eso es una alegría. No pasa con todos los libros pero a mí ya me ha sucedido con varios libros. Me siento muy bien.

            El: Un ensayo sobre la relación con las mujeres y el funcionamiento de “El arte supremo”. ¿Podrías explicarles a nuestros lectores qué es eso que defines tan maravillosamente en tu libro?

            LR: Es esa forma que tienen las mujeres de conseguir que uno les pida, por favor, lo que ellas ya están deseando hacer. Si ella quiere una cola-cola le ofreces una coca-cola, pero quien dice coca-cola dice un viaje a París. Entonces no pide un viaje a París sino que empieza a hacer insinuaciones y un día te encuentras tú diciéndole: “Ay cariño, vámonos a París”; y entonces ella: “No, no, no me apetece”; y tú: “Sí, por favor, vamos a París”; y entonces ella: “Bueno, lo hago por ti”. Con lo cual consigue lo que quería y encima se lo debes tú.

            EL: Es una buena estrategia.

            LR: Ellas lo saben hacer, los hombres no sabemos hacerlo así.

            El: Esta pregunta es inevitable, me arrastra como la trama bien urdida de un tópico best-seller y me dejo llevar: ¿Qué te han dicho las mujeres en general sobre el libro? ¿Y las mujeres feministas activistas?

            LR: Directamente no me han dicho, pero por lo que he oído a través de otras personas las feministas me llaman machista. Bueno, eso es medio verdad. Me parece muy bien, les recuerdo que me hizo machista mi mamá. Aunque decir que es machista un hombre que ha tenido seis mujeres lo veo muy raro, ¿no? Digamos que a ratos soy machista y a ratos… “filofemenino”. Y las mujeres en general me dicen que tengo razón, que lo que digo es verdad, en general, aunque con alguna cosa no estén de acuerdo.

            El: Reconozcamos que pones al descubierto ciertas armas de mujer, a la vista de todos, y sin embargo camufladas en su propia visibilidad. ¿Por qué somos los hombres tan incapaces de ver lo obvio?

            LR: Porque el juego de ellas es esconderlo, yo siempre digo darle la vuelta, poder mandar sin que parezca que mandan. Y si estás con una o dos no te das cuenta porque lo disimulan, claro. Yo a la cuarta empecé a notar que se repetían una serie de trucos y estrategias y entonces pensé que valía la pena que lo escribiera para ponerlos al descubierto y que los pobres hombres supieran cómo nos enredan.

            El: En este libro, que lo es también de memorias, como lo anuncia el subtítulo, nos hablas de un Luis Racionero que evoluciona con la edad, que cambia dinero por tiempo; puestos de prestigio social por realización personal… ¿Qué evolución quieres abordar ahora? ¿O has llegado a tu nirvana?

            LR: Ahora tengo sesenta y nueve años, que es una edad obscena. Y es el momento de la evolución interior. Según los ojos de la India, en las fases de la vida, cuando se es mayor uno ha de dedicarse a depurar el mundo interior, estar en contacto con el espíritu, con lo inmaterial y depurarse por dentro.

            El: Tienes algunos párrafos, digamos políticamente incorrectos, como afirmar que los harenes existen porque las mujeres quieren. Sin embargo no he encontrado ningún deseo de provocar sino más bien la necesidad de ser absolutamente sincero u honesto. ¿Me equivoco?

            LR: Pero es que es absolutamente cierto. Desafío a cualquier mujer a que me demuestre lo contrario. Los harenes los han hecho ellas. Me reafirmo. A ver si resulta que es políticamente incorrecto pensar por sí mismo.

            El: Yo creo que en este tiempo de miembras lo es.

            LR: Yo digo lo que pienso y lo planteo a la discusión del que lo lea. Si resulta que pensar lo que uno piensa es políticamente incorrecto, entonces los que son imbéciles son los que creen en lo políticamente incorrecto. La libertad de pensamiento es una libertad fundamental y es un favor que yo les hago a los otros si yo les doy unas ideas que no dan en otra parte. Mis ideas pueden ser equivocadas, y en algunos casos lo serán, pero por lo menos les harán pensar.

            El: Y ahora que conoces un poco estas argucias de las mujeres… decides tirar la toalla y permanecer en soledad. ¿No te parece un mensaje un poco devastador?

            LR: Pues sí es un mensaje devastador, lo siento mucho pero la cosa es así. La última me dejó plantado dos días antes de Navidad y yo no quiero que me den más disgustos.

            El: ¿Cómo ha sido rememorar los años pasados? ¿Doloroso? ¿Emocionante? ¿Te ha despertado reacciones inesperadas?

            LR: He esperado diez años desde queterminé con la última, que fue en el año 98: diez años para escribir este libro, para que las cosas se hubieran ya enfriado. Entonces, como lo he hecho con humor y con desapego, lo he escrito incluso con simpatía, riéndome de mí mismo. Más bien me he reído, no ha sido doloroso.

            EL: Por último quería confesarte que gracias a tu La cárcel del amor, premio Azorín 1996, me picó el veneno de los Borgia, y ahí sigo, seis años después, leyendo e investigando sobre ellos hasta reventar mi biblioteca. ¿Qué crees que tienen todavía que enseñarnos aquellos valencianos e italianos ya legendarios, casi míticos, en el siglo XXI?

            LR: Oh, es la famosa Realpolitik. César Borgia fue el modelo de El Príncipe de Maquiavelo. No es que sea lo mejor, porque el Príncipe es un señor para el que el fin justifica los medios, cosa que en la ética cristiana no vale. Pero como la realidad es así César Borgia representa lo que los antiguos entendían como la virtud, que no era ser “virtuoso” sino la energía vital, la potencia, la vitalidad. Y ese es el gran ejemplo de César Borgia. Fue, dijéramos, el último de los antiguos, por eso él se ponía “O César o nada” porque era el último Julio César. De ahí que sigan siendo un modelo para la política.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.