– Dime, Maestro, ¿es mejor ser pobre o ser rico?
– Hombre, preguntado así, mejor es ser rico. Pero si me preguntas si debemos esforzarnos en un sentido o en el otro, puesto que ni tú ni yo somos ricos ni pobres de solemnidad, te daría otra respuesta.
– ¿Cuál, Venerable Anciano?
– La riqueza y la pobreza son dos grandes problemas, pero el más terrible es la pobreza. No existe mayor desgracia en el mundo pues de él derivan el hambre, la ignorancia, la explosión demográfica, la enfermedad y las guerras.
– Ya me has respondido, Noble Señor.
– La pobreza no puede ser una virtud, como torpemente interpretaron algunos desviados de la doctrina del Rabí Jesús. Amar a los pobres sí, pero para ponernos a su lado contra la pobreza. Ahora bien, la riqueza también representa un problema.
– ¿Cuál, Honorable Señor?
– Porque el rico emplea toda su energía en conservarla y en acrecentarla. ¡Cómo si se pudiera llevar algo consigo a la hora de la muerte, que ya está ahí!
– ¿Tan cerca, Señor?
– Todos traemos fecha de caducidad desde que nacemos. Ocurre que no la vemos y así no nos desesperamos para que pueda seguir dando vueltas este tío vivo.
– Maestro, hoy no andas muy optimista. ¿Vuelan tus pájaros lejos de tu corazón? ¿No era así como decían «ando con los pájaros volados?»
– Mira, Sergei, astuto, ante la pobreza y la riqueza, el hombre justo que sigue el Camino, procura evitarlas.