Ojos abiertos frente al Sida
Han caído desde 2001 los nuevos contagios de Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH) en un 33% y un 52% entre los niños, según Naciones Unidas. Este dato indica un acercamiento hacia el objetivo de reducir en un 50% el número de contagios para 2015. Entre los otros objetivos también está reducir los contagios por jeringuillas, eliminar los contagios a niños por vía materna y evitar las muertes de las madres infectadas; conseguir que 15 millones de las 34 millones de personas con el virus tengan tratamientos para mejorar su vida y reducir los casos de tuberculosis entre los infectados.
Estos éxitos no deben conducir a un relajamiento en las precauciones. En Europa, las relaciones sexuales sin protección entre personas de distintos sexos suponen la principal causa de contagio por encima de las relaciones homosexuales, del uso de jeringas infectadas para el consumo de drogas y de las transfusiones sanguíneas. La principal causa de contagio había sido las relaciones sexuales entre hombres, pero la tendencia cambió con las políticas de prevención, según revelan investigaciones del Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC).
En la lucha contra el Sida, ha supuesto un avance hablar de factores y conductas de riesgo en lugar de “grupos de riesgo”. Los medios de comunicación ya no defienden la teoría según la cual los heroinómanos, los homosexuales y los que necesitaban hemoderivados para transfusiones formaban parte de esos grupos imaginarios, cuando se trataba de conductas concretas por desconocimiento.
La gran amenaza reside en fundamentalismos que aún propagan ideas como la que expuso Benedicto XVI en su gira por África, hace varios años, y que sostuvo hasta el final de su mandato: “La enseñanza tradicional de la Iglesia ha demostrado que la abstención es el único método infalible para prevenir la expansión del VIH”.
Pero los medios le han dado voz a los expertos en salud para reparar los daños que hacen este tipo de declaraciones y la difusión de informaciones tendenciosas o erróneas. Entre ellas la idea de “grupos de riesgo” para, en su lugar, hablar de las conductas de las personas. Las relaciones sexuales sin protección son la práctica de riesgo más frecuente.
El incremento en el número de embarazos no deseados entre adolescentes confirma que muchos de ellos mantienen relaciones sexuales sin utilizar métodos anticonceptivos, de los cuales el condón resulta ser el más accesible y eficaz. Además, ha demostrado ser el más seguro para prevenir el contagio del VIH y de otras enfermedades cuando se producen relaciones sexuales. Por eso, los jóvenes, más proclives a conductas de riesgo, necesitan conocer los peligros de no utilizar preservativos una vez que asumen su sexualidad de manera responsable. Quienes utilizan el condón sólo en el último momento del coito pueden prevenir el embarazo pero no una enfermedad.
El ECDC indica que las personas que no saben que tienen el virus provocan muchos de los nuevos contagios, por lo que se convierte en imperativo ético facilitar el acceso a análisis gratuitos para detectar el virus. Para que las personas se animen, se deben ofrecer garantías de que se respetarán la confidencialidad y su intimidad.
Al mismo tiempo, conviene reforzar el trabajo que algunas organizaciones ya realizan en zonas marginales donde es común compartir jeringas para consumir droga por vía intravenosa. Después del contacto heterosexual y del homosexual, ésta es la forma de contagio más común en Europa.
Se han perfeccionado los medicamentos que no sólo alargan la vida de los infectados por el virus, sino que además mejoran su calidad de vida. Sin embargo, centenares de miles de personas sin recursos no pueden acceder a estos tratamientos por los precios. Gran parte del debate sobre los genéricos se ha centrado en la venta de estos medicamentos en países empobrecidos.
Sin dejar de reconocer su función en salvar y mejorar vidas, la prevención evitaría muertes y reduciría los gastos en tratamientos. Incluso en países desarrollados se mantienen ciertos tabúes en lugar de promover una educación en la que se asuma una sexualidad responsable como una dimensión más para la felicidad de las personas.