Cultura

Falta de sentido

Carl Gustav Jung (1875 – 1961) psiquiatra y psicólogo suizo, figura clave del Psicoanálisis, y posteriormente fundador de la Psicología analítica, dejó escrito: «La carencia de un sentido vital desempeña un papel crucial en el desarrollo de las neurosis. En última instancia, hay que entender la neurosis como un sufrimiento del alma que no ha descubierto su significado. Aproximadamente una tercera parte de mis casos no padecen de ninguna neurosis clínicamente definible, sino de la falta de sentido y de propósito en sus vidas».

Fue sin embargo Viktor Frankl (catedrático de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena. 1.905-1.997), el que acuñó el término Depresión Noógena, para referirse a una sensación de falta de sentido y de confianza en el futuro, lo que bloquea cualquier actuación en el presente, hace desaparecer los planes, y los pocos que quedan son de corte pesimista. La depresión noógena tiene su origen en una insatisfacción de tipo espiritual, ya que encontrarle sentido a la vida no es un tema de carácter psicológico sino espiritual. Esta perspectiva, cada día más implantada, estudia la realidad del hombre de nuestro tiempo, y sitúa en la búsqueda de sentido de la vida la más profunda tarea existencial del mismo, y el único camino para salir del abatimiento.

Señala Viktor Frankl cinco causas por las que puede aparecer este tipo de desaliento espiritual en las personas. En primer lugar señala como causa la ruptura del diálogo, es decir la ausencia de un interlocutor con el que “encontrarse” y vincularse sincera y profundamente. Otra de las causas, que señala V. Frankl, que puede desembocar en una depresión de ausencia de sentido vital, es el sufrimiento físico, que cuando es muy intenso o prolongado, a las personas les puede llevar a dudar del sentido de su vida: ¿Por qué me tiene que pasar esto a mi?, ¿por qué tantísimo dolor?. La tercera causa la sitúa en la falta de confianza en la existencia humana, cuya consecuencia es el escepticismo frente a la vida, la falta de atribución de valor a cualquier cosa, y la ausencia de compromiso. En cuarto lugar señala la frustración existencial que puede aparecer cuando alguien insiste de modo rígido e inflexible en conseguir llegar a una meta, que no consigue alcanzar. La incapacidad de flexibilizar los objetivos o los proyectos, y adaptarlos al devenir del presente y sus circunstancias, hacen que una persona pueda sentir una frustración, difícil de gestionar. Por último señala Frankl los conflictos de conciencia, como causa de este tipo de depresión. Con ello se refiere a situaciones en las que una persona vive de un modo que entra en contradicción con sus valores, sus principios o sus ideas.

Ampliar el campo de visión, evitar que la persona caiga en la resignación de pensar que no existe futuro, cambiar radicalmente la actitud y no identificarse con ese estado de ánimo, son estrategias recomendadas para superar el desánimo que nace en “la falta de sentido”.

“El Homo Faber -escribe Frankl- es exactamente lo que se denomina una persona de éxito; sólo conoce dos categorías y sólo piensa en ellas: éxito y fracaso”. Su fotografía puede ser la de cualquier persona obsesionada con autotranscenderse a través de la producción y de la posesión material, y siente tener las riendas de su destino. Muchos de ellos llegan a los psiquiatras tras haberse quedado “fuera de juego” por cualquier avatar, por ejemplo una enfermedad.
Por el contrario, se sitúa el Homo Patiens, quien ha optado por actitudes más valiosas, y es consciente de que puede realizarse hasta en el desengaño más categórico, en la contrariedad más extrema, y en el descalabro más intenso. Algo que puede llegar a escandalizar a quién deposita su bienestar emocional en la productividad o el acopio de objetos.

Sin duda, el cambio de actitud es clave para pasar de Homo Faber a Homo Patiens, y superar este tipo de depresión, ya que como nos dice el propio V.Frankl: “Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como seres a quienes la vida les inquiriere continua e incesantemente. Nuestra contestación tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una conducta y una actuación rectas”.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.