A la hora de mantener una conversación con otra persona puede ser que nuestras posturas o puntos de vista sobre un mismo tema sean muy distintos. Sin embargo, esto no es inconveniente para respetar las otras posturas, a pesar de no compartirlas. Igualmente, el pensar sobre algo de manera radicalmente distinta no da derecho a faltar al respeto a las personas que defienden la otra postura.
Cada persona defiende lo que mejor le parezca, independientemente que tenga o no razón, siempre y cuando respete las posturas contrarias y a sus defensores. Si se falta al respeto y se pierde la educación básica, automáticamente se pierde la razón a pesar de poderla tener. La gente va volviéndose más intransigente y perdiendo la educación y las reglas básicas de convivencia necesarias.
En el ámbito laboral, es normal tener roces con compañeros, jefes, etc. porque la convivencia es complicada. El pasar muchas horas al día con las mismas personas genera tensiones y conflictos que hay que saber superar. Una vez tendrán que ceder unos y otras veces, otros en función de quien tenga la razón en cada ocasión.
Hoy voy a centrar mi atención en el hecho de tener que hacer ver a un compañero subordinado o superior que se ha equivocado o cometido un error y que tendrá que ponerle remedio lo antes posible.
¿Quién no ha tenido alguna vez algún jefe que le ha gritado, increpado y faltado al respeto?
En primer lugar, a pesar de que la metedura de pata sea muy grande, no da derecho a insultar y faltar al respeto a la persona causante del mismo; así no se consigue nada positivo. Ante una posible falta de control, es preferible posponer la charla para otro momento en el que estéis más calmados, de cara a afrontarla con objetividad, enfocándola de una forma constructiva.
Para ello es indiferente ocupar un puesto alto en la organización. La posición no da derecho a decir lo que apetezca sin ningún tipo de tacto, educación y respeto hacia los demás. Antes que nada uno es una persona y hay que saberse comportar.
Obviamente, habrá momentos en los que tocará ponerse serio y hacer ver a la persona que se equivocó y las consecuencias que conllevó su error. Así se podrá averiguar por qué ocurrió y evitar que pueda producirse en el futuro.
Como se dice en el lenguaje legal, todo el mundo tiene derecho a una defensa. Así, el que haya cometido el error, tendrá derecho a explicar sus acciones. Alterarse no va a solucionar nada por que el mal ya está causado. Es momento de buscar soluciones lo antes posible tras descubrir qué hizo que fallase esa persona.
LOS GRITOS AMEDRANTAN, PERO NO ARREGLAN NADA
Tras analizar la situación, quizás sea el momento de ponerse firme y llamar al orden a esa persona por no ejecutar su trabajo de forma adecuada. Una reprimenda no tiene que ser hecha “a voces”.
Todo se puede decir, pero sin olvidar la educación. Los gritos no son otra forma que intentar llamar la atención, pero no solventan nada. El uso de los gritos tendrá su reacción en el otro, que evitará, en futuro, admitir sus errores o confesar su error. Y eso no es bueno para la persona. Hay quienes en su posición se creen que la mejor forma de mantener el orden es amedrentando. Y nada más lejos de la realidad.
Es por eso, que el uso del tacto es fundamental. Habrá que amonestar al culpable del error, qué duda cabe. Pero razonando con la persona implicada la situación, veremos que es más productivo. El implicado verá los problemas que ha generado y evitará hacerlos de nuevo. En caso de que la situación se vaya de madre es mejor posponer la charla para otro momento en el que ambas partes estén más calmadas.
SINCERIDAD
En alguna ocasión, en la autodefensa, se escuchan aspectos que la empresa no quiere reconocer. A veces, serán infundados pero en otras ocasiones, veremos que realmente el problema que hizo un individuo fue causado por la organización (o falta de la misma) de la empresa. Evidentemente, el fallo es de una persona, pero generado por su ambiente cercano.
ARGUMENTACIÁN CONSTRUCTIVA
Habrá que plantear igualmente la charla de una forma constructiva que ayude a todas las partes. Adoptar la misma de una forma destructiva no ayuda nada ni resuelve nada. Obviamente, se debe dejar aun lado la falta de estima que genere la otra parte, sin cebarse, centrándose en los hechos importantes de ámbito estrictamente profesional.
Hay que saber decir las cosas de una forma clara, pensando antes la mejor forma de decirla y evitar así violentar la situación. Las cosas se pueden decir de muchas formas y hay que buscar la más acorde a cada situación concreta.
Ahora preguntaros una cosa ¿sacáis algo siendo irrespetuosos y maleducados con la otra parte? La respuesta es, por supuesto, que no. No debemos ponernos al nivel de la otra parte por mucho que os pueda apetecer.
Siempre se dice que cuesta mucho más ser desagradables que agradables.
Por supuesto, a pesar de haberos equivocado no debéis permitir que se os falte al respeto porque ante todo esta la dignidad de uno mismo y esto nadie tiene derecho a usurparla.
Ocupar un puesto más alto en las organizaciones no da más derechos de cara a decir lo que uno quiera sin ningún tipo de educación. Ni siquiera el dueño. Las personas que piensen y actúen así, demuestran qué tipo de personas son y obviamente, se estarán creando una pared entre ellos y sus compañeros.