Fernando Bazán, en primera persona
Nacido en Huelva, en 1986, Fernando Bazán es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla y docente de las Artes Plásticas.
Tiene publicados dos discos: Vicio-Vertedero (2011), poemario en formato libro-disco, editado por Cangrejo Pistolero Ediciones, y Primer Premio del certamen Becarte 11; Ruan: confesiones en el no lugar, (2014), un libro editado por Cangrejo Pistolero Ediciones, un disco publicado en digital, y un espectáculo escénico musical. Y un tercer trabajo, Abiogénesis, que sale a las ondas el día 6 de mayo. Figura en antologías literarias y discos recopilatorios, participando en encuentros poéticos y musicales por todo el territorio español: Perfopoesía, Vibrato, Kerouac, Arriversos, Vociferio, JamónPop y SouthPop.
Se dice que desde que Patti Smith le susurrara al oído lo de Horses, a Fernando Bazán se le encendieron todas las luces…
Cuando escuché a Patti Smith tendría 17 años, y fue recién llegado a la Universidad. Después, vinieron John Cale, Lou Reed, Nick Cave, Bowie, Dylan… Nunca pensé que fueran referentes tan directos.
Ahora que lo sugieres caigo en la cuenta: Horses es una obra maestra, por lo que es y por el momento en el que está compuesto. También me marcaron Magic and Loss y Berlín de Lou Reed. Son discos e influencias que determinaron, en cierta medida, algunos de mis conceptos y nociones a la hora de concebir textos, canciones, música, etc. También están: Bushido, Homenaje a Leopoldo María Panero, El Acto, Honestidad Brutal, y numerosos discos de artistas nacionales e internacionales. ¿Quién puede olvidarse de Charly García, Spinetta, Corcobado, Ceratti, Sabina, o Nacho Vegas?
Hay sucesos que te determinan de por vida. Unos son excretados, y otros son filtrados y asimilados pasando a formar parte de tu personalidad.
¿Diría usted que es un artista transgresor?
Yo no lo creo, otra cosa es que haya personas que digan o piensen que lo soy. Tampoco me obsesiona rebasar ese límite, ni es mi objetivo principal, aunque puedo confesarte que la provocación es una de mis aficiones. Sirve para llamar la atención del oyente, para removerle las tripas, meterle el dedo en la llaga… Tocar los cojones es algo muy divertido y apasionante, pero la transgresión por la transgresión, si no hay contenido, resulta vacía.
Hoy día, en la música, generalizando, somos unos “mierdas” en este aspecto, no tenemos ni la mitad de agallas que nuestros predecesores cuando inventaron esto, en las sociedades que vivían y con los recursos con los que contaban.
A propósito, y como ejemplo de transgresión: Banksy y los dibujantes de El Jueves, El Víbora, Orgullo y Satisfacción, Charlie Hebdo. Esos sí que los tienen cuadrados.
¿En qué consiste su espectáculo?
Ruan: confesiones en el no lugar, es un espectáculo musical de Rock y Perfopoesía, con cornetas, música
de capilla y una dosis mínima de humor negro, en el que intervienen más de una veintena de músicos: una banda de rock, una sección de viento metal con cornetas y la capilla musical Gólgota. Consiste en llevar a la escena todo el contenido del libro, editado por Cangrejo Pistolero Ediciones, y del disco, producido por Charly Chicago. Ruan es un monólogo en el que Fernando Bazán se convierte en William Martin que, desde un no lugar imaginario, se descubre de su particular máscara y reflexiona haciendo un breve repaso por su vida contradictoria, planteando sus dudas existenciales y confesando sus miedos e intimidades más ocultas. Ruan: confesiones en el no lugar, es un libro de poesía, un disco entre la canción y el “spoken word”: un espectáculo que oscila entre la ópera rock y el antimusical.
¿Se siente valorado?
Dentro del panorama cultural existente me llegan buenos comentarios, los malos no, no sé si se los guardan o no hay nada que declarar. Pese a que últimamente parece que se valora mi propuesta, lo cual es un halago, todavía hay que trabajar bastante para llegar a más gente aquí, pero sobre todo más allá de nuestras fronteras. De todas formas, el cariño del público y el respeto de los compañeros, así como sentirse valorado es algo que siempre se agradece sumamente, pero tampoco es algo que me preocupe en demasía. Si me quieren, genial, y si no me quieren que les den. No siempre se puede agradar a todo el mundo.
¿Qué le falta y qué le sobra al mundo de la cultura?
Le sobra el carácter endogámico, y le falta armonía, organización, diálogo, consenso y entendimiento entre todos los sectores que la conforman. Quizás, cooperando y colaborando se podrían hacer innumerables progresos. Claro que, todo queda de puta madre en el papel y en la teoría, lo complicado va a ser llevarlo a cabo, pues hace falta un buen mediador. ¿Quién será el valiente?
En su último trabajo, Ruan: confesiones en el no lugar, parece que se deja usted la piel…
La piel hay que dejársela siempre, en todos los sentidos, en cada disco, cada libro, en cada show. Cada obra es un gesto evidente de desnudez, también lo es de muda, al igual que las serpientes, es una transición a otro estado. En este caso, en Ruan hablo de esos estados de ánimo, miedos y preocupaciones estúpidas existenciales que tiene el ser humano. Ojo, no todo es autobiográfico. He querido mostrar casi todo lo que he sido y lo que soy: las cofradías, el flamenco, el rock, la poesía, la muerte, el sexo, el paso del tiempo, la fe, la esperanza…
Por último: Después de Ruan, ¿qué caminos le esperan a Fernando Bazán?
Siempre estoy trabajando en nuevas canciones, supongo que la movida irá por ahí. Así que ya tengo lista mi tercera obra, de título Abiogénesis, que saldrá muy pronto a la luz. Mientras tanto, hay Ruan para rato. Y para que la espera no se haga tediosa, quizás sea el momento idóneo en que el público pueda revisar con calma mis dos primeros frutos, Vicio-Vertedero y Ruan: confesiones en el no lugar.
Fernando Bazán, onubense, para el mundo y distinto.