Hoy, mi correo electrónico está de fin de semana, como vosotros. Somnoliento, lento, quizá algo aburrido, perezoso. Buscando algo para hacer en un sábado lluvioso, gris y triste.
Probablemente sea el reflejo de mi corazón, pero la alegría que provoca la lluvia en el campo deja desprotegidos todos mis sentimientos haciendo que las lágrimas que oculto, no den vida a un nuevo manantial.
Me alegra saber que todos y cada uno de vosotros está al otro lado realizando lo que la vida no os permite hacer durante la semana: dormir, despertarnos sin sobresaltos, levantarnos sin tener que aparentar una huida, desayunar sin prisas, afeitarse con calma, disfrutar de la ducha, vestirnos sin pensar en lo que nos vamos a poner, pensar en lo que vamos a hacer (si tenemos tiempo).
Y a partir de ahí, a partir de haber sido engañados sin a penas darnos cuenta, la vida nos sitúa de nuevo entre sus garras para controlarnos con: las compras, la limpieza, el desorden y el orden, las obligaciones familiares, lo que quedó pendiente el fin de semana anterior, posponiendo como si careciera de importancia nuestro propio tiempo, nuestros momentos, nuestros cafés con los amigos, lo encuentros y las tertulias que habitan en nuestra conciencia y en nuestra memoria. Dejando siempre a un lado la vida que puede vivirse mañana, la vida que… siendo nuestra, pertenece a nuestro deseo.
La vida que siendo lo más íntimo, se pierde entre los recuerdos de lo que no hicimos y las obligaciones que debimos no haber tenido.
Nuestra propia vida, la única que perdemos cada fin de semana, cada semana, cada vez que posponemos un segundo, una decisión, un sentimiento. La única que nos hará estar vivos y que nos dará la fuerza suficiente para continuar.
Hoy, mi correo electrónico, con su silencio, me dice que estáis muy ocupados. Más ocupados si cabe que los días en los que la rutina anula nuestro reloj.
Sin publicidad, sin correos cadena, sin los chismes de cada día, sin lo más cotidiano, sólo el silencio de las obligaciones que nos obligan a no vivir los fines de semana.
Hoy me hubiera gustado descubrir que no era sábado, pero la bandeja de mi correo no oculta su realidad.